Primer día de cierre en Ribadavia: «Es el momento de hacer caso a las autoridades y frenar»

m. d. OURENSE

RIBADAVIA

El responsable del restaurante Caracas de Ribadavia, con el local ya cerrado
El responsable del restaurante Caracas de Ribadavia, con el local ya cerrado Santi M. Amil

Los hosteleros de la capital de O Ribeiro se debaten entre dar prioridad a la salud y las dificultades por el cierre impuesto

15 nov 2020 . Actualizado a las 17:44 h.

La hostelería de Ribadavia cerró el pasado viernes, por la noche, obligada por la ampliación de las restricciones, que llevan vigentes ya una semana en otros diez municipios de la provincia. El aumento del número de contagios propició esta decisión de la Xunta y los hosteleros pasaron ayer su primer día con la persiana bajada.

Algunos se mostraban comprensivos con la nueva restricción. «Es el momento de hacer caso a las autoridades y frenar», decía Manuel Sotelo, propietario del restaurante Caracas. En su caso todavía no tiene claro si llevará a domicilio los menús que normalmente propone a los vecinos de Ribadavia. Tiene a sus cuatro empleadas en un ERTE de nuevo y Sotelo intenta mostrarse optimista: «El local es mío así que no pago alquiler y por suerte también soy colleiteiro y tengo animales. Lo peor es para nuestros compañeros de O Carballiño y Ourense que llevan semanas con pérdidas».

El hostelero dice que desde que comenzaron las restricciones en otros puntos de la provincia, se notó una bajada de clientes, de ahí que esta medida le haya pillado con poca mercancía en las neveras. «Nos la comeremos en casa mientras dure el cierre y no habrá que tirarla porque ya no comprábamos mucho», termina.

Parecido a Sotelo piensa José Manuel Dávila, dueño de la Taberna Papuxa, una de las más emblemáticas de Ribadavia: «Lo más importante es la salud y en eso debemos centrarnos ahora. Incluso creo que esta medida se ha tomado tarde porque había muchos clientes que se saltaban las pautas en algunos bares». Siendo uno de los locales más antiguos de Galicia, Dávila confía en poder sobrevivir a esta crisis. «Somos un bar de toda la vida y esperamos seguir siéndolo por muchos años más, pero para ello tenemos que cuidar nuestra salud», afirma el hostelero de 72 años y bisnieto del fundador de Papuxa. Por el contrario, Carlos González, gerente de La Huella del Gato, se muestra muy afectado con la restricción: «Me siento muy dolido y lo que peor llevo es no saber qué día podremos abrir de nuevo». Dice que la medida adoptada le parece «inútil» pero que al menos le pilló sin ningún empleado contratado. «No conozco aún ningún caso de covid generado en un bar. Nosotros solo queremos trabajar para que al llegar a casa, el plato no esté dado la vuelta», afirma. Tras un verano muy bueno de turismo y consumo, en el que ha podido generar un pequeño colchón, ahora González se enfrenta de nuevo al cierre de su local: «Intentaré aguantar tirando de los ahorros que me quedan pero no sé que pasará. La gestión política ha sido nefasta».

Por otro lado, Ribeiro en Común censura al Concello por no haber actuado antes para no llegar a esta situación y exige ayudas directas para la hostelería y el comercio. A este respecto, el alcalde del municipio, el popular César Fernández, dice estar ya trabajando en nuevas medidas de apoyo al sector: «Hablaremos con los profesionales para conocer de primera mano sus necesidades y prioridades».