El galimatías fronterizo no existe en Ponte Barxas: «Aquí a vida segue igual»

Pablo Varela Varela
Pablo Varela OURENSE

PADRENDA

El paso fronterizo de Ponte Barxas, en el concello ourensano de Padrenda, amaneció sin obstáculos
El paso fronterizo de Ponte Barxas, en el concello ourensano de Padrenda, amaneció sin obstáculos Santi M. Amil

El paso del concello ourensano de Padrenda amaneció sin obstáculos ni vigilancia

01 may 2021 . Actualizado a las 17:11 h.

Antaño, por el paso fronterizo de Ponte Barxas, en el concello ourensano de Padrenda, se pasaban armas de forma clandestina e incluso había quien las desenfundaba, como en el Salvaje Oeste. Pero eran los años del contrabando y el mejor aliado para no frenar los negocios era la paz, así que no solía ir a mayores.

Esta mañana, ese silencio era palpable a primera hora en la antigua posta aduanera que marca el límite con Portugal. El galimatías del viernes sobre la apertura o no de las fronteras seguía vigente. La finca de Olinda, vecina lusa, da la bienvenida o la despedida a cualquier turista que se aventure por el puente que cruza el río Troncoso, borde natural con el país vecino. Y mientras ella trabajaba las viñas, asistía al flujo de coches que, a medida que avanzó la mañana, entraban y salían a un lado y al otro. «Ata onte, na nosa parte había uns bloques de pedra que obstaculizaban o paso. E na parte galega, unhas vallas metálicas. Pero quitáronas na medianoite», decía.

José Benito, vecino del concello pontevedrés de Arbo, buscaba dónde comprar sulfato por las cercanías
José Benito, vecino del concello pontevedrés de Arbo, buscaba dónde comprar sulfato por las cercanías Santi M. Amil

El trasvase de vecinos, casi inexistente al amanecer, se aceleró levemente al acercarse el mediodía. Quien dejaba atrás el puesto de vigilancia lo hacía con miradas furtivas al retrovisor, porque numerosos viajeros que se pusieron al volante lo hicieron con dudas de qué hacer, a dónde ir y a quién se encontrarían por el camino. José Benito, oriundo del municipio pontevedrés de Arbo, salió de casa con la idea de comprar sulfato al otro lado de la frontera. «En Arbo había persoal da Garda Civil e xa nos dixeron que arredor de 30 persoas podían ter levado unha multa ó longo da mañá», apuntó. Mientras, en la gasolinera de Ponte Barxas, un vecino portugués madrugó para echar gasolina aprovechando los precios, más baratos a este lado.

Júlia Ferreira, que regenta un bar en lado luso, echa en falta a sus clientes gallegos
Júlia Ferreira, que regenta un bar en lado luso, echa en falta a sus clientes gallegos Santi M. Amil

Sobre el papel, el cierre perimetral de Galicia caería el próximo día 9, con la conclusión del estado de alarma. Y a eso se agarran, por ejemplo, hosteleras como Júlia Ferreira, que trabaja en un bar de la parroquia portuguesa de São Gregório, la primera población al otro lado del paso. A causa de la pandemia, en el último año solo abrieron la persiana del establecimiento durante seis meses, interrumpidos por las idas y venidas de la evolución epidemiológica en el norte del país. «Botamos de menos ós clientes españois. Xente da zona que vive lonxe, que regresa nas vacacións desde Madrid e Barcelona. Aquí facemos pizzas, e a miúdo viñan a recollelas», dijo Ferreira, que teme una vuelta atrás con el coronavirus en caso de que el flujo de visitantes se desmadre, pero también echa de menos a sus clientes de siempre. «Por aquí, desde sempre, todos somos amigos», agregó.

A los pocos minutos de regresar al local, por la curva próxima al establecimiento asomó un coche, con matrícula española, que pasó de largo hacia el interior del pueblo. Más abajo, ya en el puente, un par de ciudadanos portugueses cruzaron el paso rumbo a Ponte Barxas, cargando herramientas de labranza en la parte trasera de su coche. Y un vecino, que paseaba por las inmediaciones del río y contemplaba la escena, lo resumió con sencillez: «Aquí, a vida segue igual».