Cincuenta años haciendo escobas desde San Cibrao das Viñas

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

PADERNE DE ALLARIZ

Santi M. Amil

Antonina Gallego acaba de cumplir 65 y se jubila en la empresa Cepillos Leopardo, a la que entró con 15 años

12 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Antonina Gallego Formoso (Paderne de Allariz, 1957) es una mujer ligera y resuelta. Es vivaz y alegre y está llena de fortaleza y energía. Pero todo eso se tambalea por un momento ahora que le toca decir adiós a la empresa para la que lleva trabajando cincuenta años. Antonina no fue capaz de evitar las lágrimas en su último día de trabajo. Cumplió 65 años este viernes y se acabó su servicio en Cepillos Leopardo, una fábrica que tiene exactamente la misma edad que ella. «Entrei aquí con quince anos. Era unha rapaza, pero na casa non había para seguir estudando así que tocoume traballar», comenta. Recuerda perfectamente cómo llegó a la fábrica situada en Ponte Noalla, en San Cibrao das Viñas: «Viñemos pedir traballo oito e de todos, colléronme a min, que era a máis nova, e a outra muller, que era a máis maior». Trabajó cortando los palos de las escobas, cerrando a presión las capuchas de los mangos, también nivelando las púas de los cepillos y en algún momento se encargó del etiquetado. En cincuenta años, a Antonina le ha dado tiempo a ser testigo de la evolución de esta empresa ourensana y ella misma ha aportado lo suyo. Las últimas décadas las ha pasado entre las distintas cadenas de producción. «Fixen moitos dos pedidos que ían para Lituania. Este é un traballo dinámico, no que hai que estar esperto, traballar rápido e con moita concentración», comenta. Eso sí, en Leopardo también hay tiempo para celebrar la vida de las personas que trabajan allí. «Festexamos os aniversarios de todos. Traemos un picoteo e brindamos cun café ou cun refresco», comenta. En su caso fueron cincuenta y no se saltó ninguno. En ese tiempo conoció al que hoy en día sigue siendo su marido. «Coñecémonos no coche de línea que collía para vir traballar. Aínda que eramos veciños na aldea —donde todavía viven— en Golpellás de Paderne», confiesa. Fue una bonita casualidad porque Antonina no solía coger el bus, solo si llovía, ya que era, y es, una gran enamorada de las motos. «Encántanme. Teño cinco e sempre me movo nelas, aínda que fai pouco rompín unha perna andando no tractor e agora dáme un pouco de medo», cuenta.

Antonina, trabajando en Leopardo en los años setenta
Antonina, trabajando en Leopardo en los años setenta Santi M. Amil

Ella y su marido tienen tres hijos y una nieta. «Esta fábrica e a miña familia son toda a miña vida», confiesa. Por eso ahora que se jubila afirma que su prioridad es cuidar de los mayores que hay en casa. «Teño aos meus pais e ao meu sogro con nós e voume encargar deles», añade. Pero no todo va a ser los demás porque Antonina es una mujer muy activa y con un buen puñado de aficiones. Además de las dos ruedas le encanta practicar natación y salir a correr. «Ata a pandemia, non me perdía unha San Martiño cos meus fillos. Incluso corría carreiras de noite. E non é por presumir pero non quedaba mal eh? Unha vez cheguei de segunda», apunta. Eso es algo que comparte con varios compañeros de la fábrica, con quienes se pica y vacila con cariño. Porque ella es prácticamente un emblema de Cepillos Leopardo y siempre ha sabido hacerse querer.

«Deberíamos ponerle una estatua en medio de la planta porque como ella no hay otra», dice Juan Carlos Corrales, gerente de la empresa. Antonina ha perdido la cuenta de las anécdotas que atesora dentro de la fábrica, en la que dice que han reído mucho pero que también han llegado a llorar cuando una máquina no quería funcionar. Ella conoce a la perfección los entresijos de cada cepillo —incluso hacen unos de pelo natural— y de hecho no los suelta ni en casa. «O meu fillo dime que hai que comprar un aspirador porque coa escoba levanto moito po e xa digo que nin en broma, que facendo cepillos como non vou varrer», confiesa, entre risas. Entre sus sueños ahora está tener más nietos a los que mimar y también hacer un viaje a Lourdes con su marido. Seguir disfrutando de cada uno de los días, sobre todo ahora que empezarán a tener más tiempo para dedicar a lo que prefiera. Aunque se despide con una promesa: «Virei visitalos de cando en vez, aínda que sexa para renovar as escobas da casa».

Una imagen del equipo de Cepillos Leopardo en los ochenta
Una imagen del equipo de Cepillos Leopardo en los ochenta Santi M. Amil