El superviviente del crimen de Velle: «Miré a los ojos a Diego y me di cuenta de que me había clavado un cuchillo»

Marta Vázquez Fernández
Marta Vázquez OURENSE

OURENSE CIUDAD

El acusado del crimen de Velle, sentado, mira a su primo antes de que este recordase cómo lo atacó la madrugada del 19 de febrero del 2021
El acusado del crimen de Velle, sentado, mira a su primo antes de que este recordase cómo lo atacó la madrugada del 19 de febrero del 2021 ALEJANDRO CAMBA

Los familiares de Ana Balboa, que tenía 22 años, relataron en la Audiencia Provincial de Ourense cómo vivieron una tragedia que ha supuesto un antes y un después en sus vidas

19 nov 2024 . Actualizado a las 16:31 h.

Para dos familias la vida se paró el 19 de febrero del 2021. Aquella madrugada una joven de 22 años murió tras ser brutalmente apuñalada y su novio, de 26, quedó gravemente herido. Ni los que perdieron a su allegada ni los que pudieron conservarlo han sido capaces de rehacer sus vidas y este martes así se lo contaron en la Audiencia Provincial de Ourense al tribunal que se encarga de juzgar a quien causó tanto dolor. A Diego Rodríguez Torres se le atribuyen dos crímenes por los que podría ser condenado a prisión permanente revisable y, tras una primera sesión del juicio en la que dijo no saber que la joven a la que acuchilló estaba muerta, este martes llegó el momento de escuchar a las víctimas del que se conoce como el crimen de Velle. Por momentos, ni los miembros del jurado pudieron contener las lágrimas al escucharlas. 

El primero en entrar en la sala de vistas fue el superviviente, Álvaro. Sentado a menos de un metro de su agresor, encontró fuerzas para revivir aquella pesadilla. Explicó que la noche anterior él y su novia -llevaban ocho meses de relación y un par de ellos de convivencia- cenaron juntos. Luego montaron un mueble porque aún estaban reformando su vivienda en A Batundeira (Ourense) y se acostaron. En mitad de la noche, él sintió que alguien movía el pestillo de la puerta de casa. «Me levanté y escuché 'abre, abre'», relató, explicando que enseguida reconoció la voz de su primo Diego, vecino de la pareja. Pensó que tal vez le había pasado algo a su coche, ya que lo aparcaba en una pendiente.

Y abrió. «Miré a los ojos a Diego y en un microsegundo me di cuenta de que me había clavado el cuchillo en el abdomen y entré en shock», relató, describiendo que su agresor estaba «tranquilo, frío y cuerdo». Se fue hacia la habitación y vio a su novia Ana, levantada. Escuchó como ella le gritaba al agresor «déjalo, que ya lo mataste, y llévate lo que quieras» y luego se desmayó.

Cuando despertó, estaba en medio de un gran charco de sangre. «Vi que mi cuerpo estaba lleno de agujeros y traté de taparlos; quería ver Ana, pero era imposible y ella no contestaba», recordó visiblemente afectado, explicando que como pudo se arrastró hasta el móvil y llamó a su padre. «Es el primero en mi lista de contactos y sé que siempre coge el teléfono», recordó. Efectivamente, su progenitor contestó y fue el primero en llegar a su casa.

«Aquel día descubrí lo que es el dolor y el frío», contó al jurado, asegurando que nunca pensó que fuera a sobrevivir. «Yo me daba por muerto y solo quería despedirme de mis padres», relató. Por si eso pasaba, y para que se supiera quién había hecho aquello, escribió el nombre de Diego en el suelo, con su sangre

Pero salió adelante. Después de estar trece días en coma, despertó. Y sintió miedo. «Me vi lleno de tubos y máquinas; no sabía si iba a vivir o no y no quería quedarme como un vegetal», confesó. Tuvo que empezar de cero y aunque físicamente se ha ido recuperando, las secuelas están ahí. «Me persiguen los recuerdos, tengo miedo, tristeza, ansiedad; siempre tengo que llevar pastillas en la cartera», concluyó.

Su padre no ha podido tampoco olvidar aquella noche. En torno a las cuatro y media de la madrugada sonó su móvil y contestó. «Mi hijo me dijo que Diego se había puesto loco y los había acuchillado», recordó en la sala de vistas. Se vistió y le pasó el móvil a su mujer, que llamó al 112 y a la Policía Nacional. Enseguida fue a por su coche y condujo hasta la casa. Abrió la valla exterior con el mando y, al llegar, ya se dio cuenta de que la puerta de la vivienda estaba entreabierta. Un cuerpo inerte, el de Ana, yacía al otro lado. «Estaba fría, no respiraba», aseguró el testigo, que enseguida vio a su hijo en el suelo, malherido. «Le pregunté como estaba y dijo que muy mal». Entonces salió fuera, tratando de ver si llegaban los sanitarios, pero su hijo lo reclamó: «Me dijo que tenía mucho frío y lo tapé con una manta». Pasaron diez minutos, que admite que se le hicieron eternos, hasta que llegó la Policía. 

«No sé por qué lo hizo, tal vez por envidia; veía que mi hijo trabajaba y él no», opinó al ser preguntado por los motivos que pudieron llevar a Diego a actuar de esa manera. Dijo, eso sí, que la relación entre ellos era buena y que no tenía ni idea de que el acusado estuviera diagnosticado de esquizofrenia.

«Todos los días me despierto a las tres de la mañana y ya no duermo más», aseguró el padre de Álvaro, apenas unos minutos antes de que le tocase revivir lo ocurrido aquella noche a su esposa. Recuerda oír el móvil y enseguida a su marido. «Me voy a Velle, llama a la Policía y a la ambulancia», le dijo. Le pasó el teléfono y habló con su hijo. «Me decía 'mamá te quiero, mamá te quiero', notaba que se iba», recordó. Cogió un taxi para ir a casa del chico y desde allí fue al hospital. Lo que llegó después fueron días de incertidumbre. «Todo era esperar, esperar. Los médicos eran muy cautos porque mi hijo se debatía entre la vida y la muerte», rememoró, sin obviar que cuando por fin despertó, Álvaro estaba «muy malito». «Aquello fue muy duro para él y aún no se ha terminado, vive en una gran incertidumbre», aseguró sobre su descendiente. 

La familia de Ana, la víctima mortal, rota desde el crimen

Eran ya las ocho de la mañana cuando llamaron al timbre de la casa de los padres de Ana, residentes en A Peroxa. Ambos estaban en la cama y el progenitor se levantó para abrir. Era la Guardia Civil. «Me dijeron que había habido un altercado en Velle y que Ana había fallecido», recordó. Fue él quien tuvo que darle la noticia a su mujer. «Desde aquel día para nosotros se acabó todo», contó. No ha podido olvidar la última vez que escuchó la voz de hija, pocas horas antes de morir tras haber recibido 17 puñaladas. «Hicimos una videollamada y me dijo que estaba montando un mueble. Estaba feliz con su novio, tenían un proyecto de vida juntos», afirmó. Su esposa y la otra hija del matrimonio relataron entre lágrimas cómo aquel terrible suceso cambió la vida de todos. «La familia se rompió», contó la progenitora.

La abuela del acusado fue la siguiente en tomar la palabra. Aseguró que su nieto ha tenido problemas desde muy joven. Cuando tras algún altercado lo llevaron al psiquiatra, le diagnosticaron la enfermedad mental. «Dormía con un cuchillo», relató la testigo, que aseguró que su nieto tenía muchos miedos y había momentos en los que se ponía agresivo, aunque siempre fue «cariñoso» con la familia.

El comisario que dijo que estaba «catatónico» se desdice

Y dado que el estado mental del acusado en el momento de los hechos será la clave principal del caso, la abogada de Diego sentó en el estrado al que era comisario de Policía Nacional cuando ocurrieron. Horas después del suceso, Juan Carlos Blázquez dijo en una rueda de prensa que el detenido había sufrido «un brote psicótico» y que se encontraba en estado «catatónico». Ante el tribunal, se desdijo. «Aquellas manifestaciones no tenían ninguna base, eran una posibilidad y no una conclusión», aclaró. 

El juicio, que encara ya su recta final, continuará este miércoles con la declaración de los forenses. Antes de terminar la sesión de este martes, cuatro psiquiatras que trataron a Diego antes y después de los hechos profundizaron en detalles sobre su trastorno de los que el jurado tomó buena nota.