Ourense a través de sus mujeres: Obdulia Díaz, madre y abuela de 200 niños

Maite Rodríguez Vázquez
Maite Rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

De forma altruista, crio y educó a los hijos de las prostitutas del barrio viejo de Ourense

27 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Iniciamos una nueva serie, en este caso dedicada a conocer la historia de mujeres que fueron importantes en Ourense y que dejaron huella en la ciudad y en quienes las conocieron, aunque no figuren en los libros académicos. El primer capítulo es sobre Obdulia Díaz Picouto (1907-1988), que fue madre y abuela, cuidadora y educadora, de más de doscientos niños ourensanos nacidos de las prostitutas que hacían la calle en el barrio chino de Ourense. Desde 1951 hasta casi los años noventa, y con la ayuda de su hija Lola Nóvoa, se preocupó de dar un hogar amoroso a esos niños, de alimentarlos y vestirlos, de velar por su salud y de que tuvieran una educación sin recibir nada a cambio.

Quién era

Una humilde viuda. Obdulia Díaz era natural de la parroquia ourensana de Seixalbo. Era una mujer menuda, pero de gran fortaleza y determinación. Trabajó de cocinera para un gobernador civil que le regaló una radio Marconi y le permitió tener una lámpara en casa, algo poco común en la época. Quedó viuda, con tres niños pequeños, en 1937 porque los falangistas se llevaron a su marido Eduardo y lo hicieron «desaparecer». Con una mísera pensión de beneficencia, trabajó lavando ropa por encargo en As Burgas, cultivando una huerta y criando cerdos en la orilla en O Polvorín para sacar adelante a sus hijos de sangre y a los más de doscientos que amorosamente fue recibiendo en su humilde casa del casco viejo de Ourense.

El barrio chino de Ourense

Una zona de prostitución con vida de aldea. A principios de los años 50, Obdulia vivía con sus hijos en una casa de cuatro plantas al final de la calle Cervantes en el cruce con Pelayo. Residía en la última planta de un edificio en el que solo había un baño para todos los vecinos en la planta inferior. Ourense era entonces como una aldea, con mulas y carros en las calles de la zona vieja; en una época de hambre y miseria, las mujeres ejercían la prostitución en las rúas Villar y adyacentes. De forma desinteresada, Obdulia comenzó a hacerse cargo de los hijos no deseados de esas mujeres prostituidas, a los que crio desde bebés, alimentándolos, vistiéndolos y dándoles una educación en los colegios de la zona del Posío. Eran todos varones. Las madres biológicas a veces aportaban algo de dinero a Obdulia, pero ella y su hija sacaron a todos adelante con su esfuerzo.

 Las casas de acogida

De Cervantes a la rúa del Baño. En la casa vieja de la calle Cervantes convivían habitualmente entre 12 o 14 niños, pero llegó a haber hasta 24. Era un edificio de cuatro plantas y ella vivía en la última. Las maderas crujían al pisarlas, pero todo estaba muy limpio y ordenado; los niños dormían en camas de hierro de tres en tres y comían en turnos; cuando llegaban del colegio, saludaban a Obdulia como mamá o abuela y se ponían con los deberes. En 1969, el periódico El Caso la entrevistó y dijo que ya habían pasado por la casa unos cien niños. Hasta mediados los ochenta serían más de doscientos. A finales de los años sesenta la familia se mudó a una casa de la rúa do Baño, donde continuó con su labor altruista.

La red solidaria

Personas y vecinos que colaboraban. Obdulia y Lola contaron con la colaboración de personas del barrio, comerciantes y vecinos, que aportaban lo que podían. El doctor Gallego atendía gratuitamente a los niños, las farmacia Bayón y Bouzo, con los medicamentos, la librería Padre Feijoo, con la parcela cultural, el padre Silva y su madre con alimentos y también ayudaba una monja de las Hijas de la Caridad.