La hostelería de Ourense cierra tres negocios con 30 años de historia
OURENSE CIUDAD
Los locales El K-Fe, Maribor y Le Bon Vivant abrieron sus puertas en los noventa
16 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La hostelería es un sector en su mayoría cambiante. Las aperturas de nuevos locales y los cierres suelen ir equilibrándose en lo que respecta a la evolución de este servicio en Ourense. Es cierto que el final de algunos proyectos emergentes pasa más inadvertido para los vecinos que el de otros que llevan décadas aportando su trabajo a la ciudad. En las últimas semanas han echado el cierre tres locales emblemáticos de la capital. Se trata de establecimientos ourensanos con tres décadas de historia.
El primero de ellos es El K-Fe, que estuvo ubicado hasta esta primavera en el número 6 de la calle Bedoya. «Lo abrieron mis padres en mayo de 1995 y desde el primer día asumí la gestión del local», cuenta el hostelero Jhonny Prado. Su familia empezó a trabajar en hostelería en Venezuela, lugar al que emigraron tratando de buscar un futuro mejor. «Yo nací allí. Luego estuvimos en México y volvimos a Ourense en 1985», recuerda. «Mi padre tenía de todo un poco, pero sobre todo bares y restaurantes, y me inculcó este trabajo desde niño», añade. Cuando los progenitores de Jhonny pusieron en marcha El K-Fe ya habían emprendido otros locales en la ciudad, como la cafetería Baviera. «Yo cogí la gerencia de este y fui el encargado hasta que lo heredé. Cuando abrimos, nuestra intención era convertir ese bajo en el local de moda de la zona», afirma. Lo consiguieron. En su establecimiento trabajaban de la mañana a la noche y servían desde cafés hasta copas, incluyendo una pequeña carta para comer con bocadillos, hamburguesas y platos combinados. «Por nuestro bar pasó muchísima gente. Llegamos a ser un referente en la ciudad en nuestros treinta años de vida», cuenta.
El secreto de ese éxito cree que reside en el ambiente del local. «Venían desde funcionarios en su descanso hasta pandillas de jóvenes», comenta. El K-Fe sobrevivió a muchos cambios: la ley antitabaco, a la crisis laboral del 2008, a la pandemia... «Pero ahora decidimos cerrar por un problema de salud mío. Llegó el momento de priorizar lo importante y tocó echar el cierre», afirma Jhonny. Sin embargo, él y su familia continúan al frente de la cafetería Lord, situada a unos cuantos metros, en la calle Valle Inclán. «Es increíble la cantidad de gente que pasa por aquí a preguntarnos por qué cerramos. Eso demuestra el cariño de la gente y nos hace muy felices», dice. Y también es una prueba de que el local funcionaba. De hecho, este hostelero considera que el sector está todavía en un buen momento, aunque no en el mejor. «Hasta el 2011 esto era un no parar, el trabajo desbordaba», recuerda. «Hemos tenido que enfrentarnos a muchos problemas y eso, sumado a la subida de los precios, hace que todo se resienta. En este Concello todo son trabas y una muy importante es la que tiene relación con las terrazas», asegura. «No podemos competir con los bares que están frente a parques, en plazas o explanadas porque a los ourensanos les gusta estar fuera y no dentro», continúa. Aunque ya no lo vaya a gestionar Jhonny, El K-Fe ya está de nuevo alquilado y pronto verá la luz un nuevo bar en la ciudad.
No está corriendo la misma suerte el local del Maribor, una cafetería ourensana que abrió en los noventa en la esquina entre la calle Concello y la avenida de la Habana. A lo largo de su trayectoria el bar estuvo regentado por diferentes hosteleros. Los últimos, una sociedad fundada por el empresario ourensano Mauro González, se hicieron cargo del Maribor durante el último año, hasta que en julio cerraron sus puertas. «É un establecemento que estaba moi afundido por culpa dos anteriores explotadores e non houbo maneira de reflotalo», dice Mauro, que tiene en la ciudad otros nueve negocios de hostelería. «Abrir un bar mítico que estaba pechado e tratar de comezar de cero é moi difícil porque a xente xa ten na cabeza algunha anécdota nel», dice. Este empresario apunta también a la dificultad de generar clientela fija en la actualidad. «Os ourensáns teñen o seu bar ao que lle son fieis día a día e é moi complicado movelos de aí», amplía.
«Hai que pór en marcha proxectos con pegada na cidade e non para estar de moda»
Mauro González tiene claro cuál fue el principal problema al que se enfrentó el Maribor. «A perda dos clientes que traballan no Xulgado. Dende que funcionan as novas instalacións en Ourense, neste edificio apenas hai xente e iso foi crucial», explica. «Vexo que a hostalería necesita unha transformación urxente. Temos que tratar de pór en marcha proxectos coa intención de crecer e ter pegada na cidade, e non negocios temporais, de moda. Vexo que hai un exceso de oferta desmesurado», concluye. Los propietarios del local del Maribor también advierten que no hubo proyectos interesantes que tratasen de remontar el bar. «Esto no volvió a ser lo que era», admiten. El bajo está en alquiler y, en la última semana, han ido varios hosteleros a verlo.
Otro de los cafés que dijeron adiós este verano es Le Bon Vivant. El café que nació a finales de los noventa como Zun, en el parque de San Lázaro. Su amplio interior, que estaba distribuido en dos plantas, y un gran espacio de terraza situado en el centro de la ciudad, convirtieron a la cafetería en una de las más transitadas al comienzo de su historia. El Zun hizo mella en la ciudad con una oferta también muy amplia, que abarcaba desde los cafés y desayunos de por la mañana a las copas de última hora de la noche. Tenía además servicio de restauración, con una carta de comida en la que se incluía menú del día. En la última fase del local, como Le Bon Vivant, los clientes empezaron a bajar y el equipo de empleados cambiaba cada poco. En la puerta del establecimiento puede leerse un cartel en el que pone que estará cerrado «hasta nuevo aviso». El local está ya en alquiler.