Juan Casalderrey, un matemático con alma de poeta

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Juan A. Casalderrey
Juan A. Casalderrey Cedida

Familia y amigos del profesor ourensano le recuerdan como un hombre optimista y entrañable

09 jul 2024 . Actualizado a las 09:23 h.

Aunque a las personas se las conoce en vida, es posible descubrir la bondad de un ser humano en base al amor que recibe cuando se va. Las muestras de cariño que han percibido los familiares del ourensano Juan A. Casalderrey García desde que les dejó, hace apenas dos semanas, son inagotables. Su hija Carmen lo describe como un hombre optimista. «Era una persona dedicada a su familia en cuerpo y alma. Lo que más destacaría de él es su actitud ante la vida. Siempre fue muy positivo, aún teniendo dificultades. Era capaz de animar a todo el mundo, de sacarte las preocupaciones de encima», confiesa.

Juan nació en Maside en 1944. Fue el tercero de cuatro hermanos y se crio en el seno de una familia muy unida. Se casó con Mari Vázquez, su Marusquiña, como la llamaba cariñosamente, en 1972, con la que habría celebrado las bodas de oro y las de diamante, titanio y hueso, si una enfermedad no se la hubiese arrebatado hace ya siete años. «Fue el gran amor de su vida. Tenían una relación preciosa y ejemplar», apunta su hija Carmen.

Juan y Mari tuvieron tres hijos. El primero fue Juan y después llegaron las gemelas, Carmen y Marta. «Siempre fue un padre dedicado, aunque trabajaba muchas horas, nos llevaba a todas partes. Estaba pendiente de que creciésemos felices y nos acompañaba a cualquier lado: conciertos, partidos de fútbol, días de playa... lo que fuese», afirma Carmen. Este vecino de Maside afincado en Ourense estudió Matemáticas y fue profesor, una vocación que descubrió siendo todavía un adolescente. «Perdió a su padre cuando solo tenía 14 años y entonces tuvo que ponerse a ayudar en casa, así que lo que hacía era dar clases particulares a niños más pequeños del pueblo», explica su hija. Ya de adulto, al terminar la carrera, entró en el colegio Franciscanas de Ourense. La mayor parte de su carrera profesional como docente la desarrolló en el Padre Feijoo, donde hoy le lloran profesores y exalumnos. Trabajó en el CIFP Portovello y se jubiló en el instituto Aquis Querquernis de Bande. Todo ello lo compaginó con un negocio propio, la Academia Jorge Juan, que abrió junto a su hermano (Jorge). «La llevaban entre los dos y lo cierto es que les dio muchas alegrías», recuerda Carmen.

Pero Juan no solo era matemático y, entre sus grandes pasiones, estuvieron siempre las letras. Escribía versos desde joven, una actividad a la que dedicaba varias horas al día, y hasta recitaba. «Decía que tenía alma de poeta», cuenta su hija. También le gustaba mucho escaparse a Maside, trabajar la huerta y pasear por el monte y la montaña. «En la vida, él remaba continuamente, y cuando se veía saturado trataba de escaparse a la naturaleza. Le encantaba», recuerda Carmen. Esa pasión trató de transmitírsela a sus cuatro nietos, a los que quería con locura.