Antonio Piña cumplió esta semana 101 años
30 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando conocí al señor Piña él era para mí, simplemente, el abuelo de una mis mejores amigas. Reconozco que cuando lo veía, en Ervedelo o en La Lanzada, me imponía un montón. Como era muy pequeña, me parecía muy mayor, pero no debía serlo tanto teniendo en cuenta que ahora que yo soy talludita él sigue al pie del cañón. Pasé muchas tardes jugando en el entorno de «los Piña», como les llamábamos en mi casa, y repasé una lección que ya me había enseñado mi familia: hay que esforzarse y ser muy trabajador. El señor Piña dictaba esa lección de forma tácita.
No puedo evitar sentir cierta nostalgia de aquella época en la que la máxima preocupación que teníamos mi amiga y yo era que no nos echaran la bronca por alguna trastada, que nos dejaran ir juntas a la piscina o que me dieran permiso para quedarme a dormir en su casa. Y, allí, siempre presente, la figura del abuelo, ese empresario hecho a sí mismo al que uno distinguía desde lejos, siempre con su boina, fiel a lo que era. La seguía llevando esta semana, el día que cumplía 101 años e inauguraba un área de caravanas que era muy necesaria en Ourense y que viene a redondear la línea de negocio de Anpian, una empresa que ha sabido adaptarse a los cambios.
Ourensanos de esos que crean puestos de trabajo y los mantienen, que pagan nóminas, que arriesgan aunque no siempre ganen, son los que nos hacen falta: personas que decidieron ponerse una boina, pero que sobre todo decidieron que no se la iban a quitar, por mucho que pasaran los años. La boina es una bonita metáfora.