El niño de aldea que logró a los 90 años tocar la zanfona en un auditorio ante mil personas

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

José Pérez tocando la zanfona en el Ourencanto
José Pérez tocando la zanfona en el Ourencanto Santi M. Amil

José Pérez consiguió dominar un instrumento que lo traslada a su infancia en apenas unos meses: «Quen lle iba dicir ao neno que ía cas vacas que seguiría cumprindo soños»

14 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Para saber la historia de José Pérez, uno puede leer la de Balbino. A sus 90 años, todavía recuerda cuando leyó en los años 70 Memorias dun neno labrego y pensó: «É a miña vida». Lo que no se imaginaba era que aquel niño nacido en una aldea de Sober que se ocupó de las vacas hasta los 15 años podría cumplir su sueño ocho décadas después. Hace siete meses que decidió aprender a tocar la zanfona en la Escuela de Gaitas de la Diputación de Ourense, siendo el alumno más longevo de España. Gracias a unas «capacidades extraordinarias» el pasado fin de semana pudo actuar como solista en el concierto de Ourencanto: «Foi un día de gloria».

Antes de nada, José se define como «aldeano». Se crio en Sober en una familia de cuatro hermanos. Hijo de padre ganadero, ayudó con los animales hasta los 15 años, guardando las vacas y yendo a las ferias para comprar y vender ganado. «Sempre tiven inquedanzas e quería saber máis porque dicía, por que non vou poder?», recuerda. Su abuelo había trabajado en el sector ferroviario y Renfe priorizaba a los familiares de los empleados para las nuevas contrataciones. Ingresó en la escuela de formación profesional en el año 1952 para acabar con una titulación semejante a los ingenieros técnicos actuales. Por ser «unha persoa cun ansia de superarme», a base de méritos fue ascendiendo hasta tener un cargo de responsabilidad. Estuvo en varias ciudades de España hasta afincarse en Ourense.

Esa vida laboral ya quedó 30 años atrás, cuando se prejubiló. Entonces, recuerda que cometió un gran error: «Poñerlle prazos á vida». José se planteó aprender música pero él mismo descartó la idea porque pensaba que ya era tarde. «Por vergonza humana non empecei», confiesa. El lucense había sido un músico frustrado. Recuerda que su padre tocaba muy bien el acordeón cuando él tenía siete años, pero se rompió y no pudieron tener otro. «Éramos catro irmáns na posguerra, non se podía gastar o diñeiro niso», recuerda. Tampoco había podido unirse a la banda de música de Sober, porque su padre trabajaba y no lo podía llevar desde la aldea a la capital para ensayar.  

Se había limitado a ser un mero espectador en óperas o conciertos y no fue hasta los 80 años que apartó los «pensamientos tóxicos» y decidió apuntarse a un coro. «Aínda canto bastante ben!». Recuerda que entonces cogió su primera partitura: «Eu só veía bastóns para arriba ou para abaixo, custoume moitísimo». Pero como tiene una buena imaginación, hacía una especie de gráficos partiendo del tono de su voz —«Como a temos agora, que é un do aproximadamente»— para saber cuánto tenía que subir o bajar de tono. Después fue aprendiendo trucos por internet. José probó con el acordeón y con el teclado, pero tenía claro que quería volcarse en otro instrumento: «Deixei todo pola zanfona, ten un sonido precioso». 

El instrumento de su infancia

«Os que temos moitos anos vestímonos literalmente da nenez, se non puidéramos ter o recordo dela sería horrible vivir. É o noso tronco», argumenta. Por eso, cuando a José la música le evoca a cuando iba a las ferias con su padre en los años 40 y había un grupo de artistas tocando el violín o la zanfona para contar una historia. «Era o xornal, a radio e a televisión que había daquelas». Entonces, buscó primero un artesano que las fabricase y cuando lo encontró, le preguntó quién le podía enseñar a tocarla. Así llegó hasta Manuel Garrido, profesor en la Escuela de Gaitas de la Diputación de Ourense, al que agradece su trabajo y su apoyo.

En mayo del año pasado tuvo su primer contacto con el instrumento, pero no fue hasta octubre que empezó las clases regladas. «Teño unha facilidade de levar á zanfona as cancións que sei», asegura. Como hombre trabajador y, sobre todo, apasionado, consiguió en apenas unos meses plantearse su primer concierto. Fue la directora de Ourencanto, Cristina Rodríguez, quien le propuso adaptar uno de los cuentos que los niños iban a interpretar para que la zanfona pudiera tener su espacio. José aceptó el reto y en dos meses preparó la pieza. 

El pasado fin de semana, llegaron al Auditorio de Ourense los «cantos de cego» de las manos de José Pérez. Superó los nervios, se vistió con boina, gafas de sol y la indumentaria que recordaba de los músicos de cuando era niño para que todos los focos de la sala lo iluminasen solo a él. Tocó una pieza con la zanfona durante un minuto y medio. «Saiume bordada», celebra. Para el lucense fue un sueño cumplido: «Quen lle iba dicir a ese neno que andaba gardando vacas que aos 90 anos chegaría a actuar nun sitio onde había mil persoas?». 

Al día siguiente, volvió a actuar para un grupo de escolares de la ciudad, que se interesaron por la zanfona y le hicieron unas cuantas preguntas. «Foi un dos días máis felices da miña vida», asegura. José Pérez ya piensa en seguir aprendiendo y participará en todos los actos de la Escuela de Gaitas con su zanfona: «Que sería eu sen a música?».

Manuel Garrido, profesor: «Se tivera a oportunidade de neno, sería un dos grandes músicos do país»

Para Manuel Garrido dar clase a José Pérez fue un reto personal. «Cando me chamou e me dixo que tiña 90 anos pensei que non sabía se poderíamos facer algo, pero coa ilusión que tiña por aprender lanzámonos», recuerda. En los primeros días de contacto se encontró con unas «capacidades extraordinarias» para la música: «Se tivera a oportunidade de neno, sería un dos grandes músicos do país».  

El trabajo más complicado fue la coordinación motora, que mejoraron con ejercicios específicos, y a partir de ahí empezaron a caer las melodías. «A nivel cognitivo, a idade non lle afecta en gran maneira», asume. Al preparar el concierto, Garrido asegura que confiaba plenamente en sus capacidades y su ejecución final fue «inmellorable». El músico destaca que fuera capaz de enfrentarse a un auditorio repleto, rodeado de músicos profesionales y sin apenas un año de clase: «Tivo unha capacidade de control de emocións única, aínda ten moito recorrido». Para la Escuela de Gaitas, defiende, es todo un orgullo tenerlo como alumno.