Ourense quiere fútbol. Lo sabíamos desde que a una fiel afición la dejaron sin su equipo de siempre, sin aquel que había cantado triunfos espectaculares a lo largo de más de seis décadas. Y también sinsabores, claro. Pero en O Couto siempre han sabido levantarse después de una caída. Incluso hacerlo desde muy abajo, como demostraron los cientos de personas que llenaban un estadio destartalado para ver partidos de Tercera Autonómica —en realidad provincial— y siguen ahora paseando por toda Galicia, orgullosos de sus jugadores, les salgan bien o mal las cosas.
Por eso, un duelo entre la heredera UD Ourense y el Arousa, en una eliminatoria de ascenso a la Segunda Federación es una cita que está muy por encima de ese nivel. Así se pudo ver al congregar a casi tres mil almas en unas instalaciones en reforma y bajo un sol que llevó el termómetro cerca de los 30 grados. Es fútbol, con mayúsculas. Y en Ourense lo echaban de menos. Por eso se vive con tanta intensidad. Se paladea la diferencia entre disfrutar de él y solo recordarlo.
Otros clubes están sometidos a los resultados, a los ascensos y a los descensos. El sentimiento ourensanista, a día de hoy, se centra en disfrutar de su equipo. Apoyarlo en los malos momentos y disfrutar de sus logros. Tiene mucho de resiliencia, de sobreponerse y, a la postre, de huir un poco de ese negocio en el que se ha convertido el deporte de élite a nivel universal. Sin olvidar que esta afición, ahora, también decide en cuestiones importantes. Quizás sea por eso que quiero más fútbol.