El Concello de Ourense ha destinado diez millones de euros a repartir 100 por cabeza, sin tener en cuenta ni la renta ni cualquier otro tipo de criterio económico o social. Como L’Oreal, porque yo lo valgo. Todos estamos encantados, porque a todos nos gusta un regalo (aunque lo paguemos nosotros).
El Concello de Ourense destinará este año 300.000 euros a las ayudas para el curso escolar. Para optar a ellas sí se tiene en cuenta la renta. Los ingresos de las familias que lo soliciten no pueden superar los 4.000 euros per cápita al año. Eso en el caso de las ayudas para libros. Para el comedor, el límite máximo son 3.700. Vamos, que hay que tener una situación económica más que delicada para acceder a ellas. El año pasado cien familias se quedaron sin ese apoyo por falta de fondos municipales. El gobierno de Jácome aseguró entonces que ejecutaría una modificación para que no se quedara fuera nadie que cumpliera los requisitos. Eso no ha ocurrido y se mantiene el mismo presupuesto.
Por supuesto que es un gusto ver estos días comercios y locales de hostelería llenos, por el impulso al consumo. Pero quizás mientras nos sacamos los 100 euros de la manga deberíamos preguntarnos en qué ciudad queremos vivir. No se trata de jugar a la demagogia. De hecho cabría debatir si son las administraciones locales las que deben prestar apoyo en el caso de las necesidades escolares.
Pero desde el momento en que el Concello de Ourense tiene esa línea de subvenciones, se supone que asume esa responsabilidad, aunque por la dotación económica parece que se lo toma más como un mal entendido sentido de la caridad. Diez millones para todos y para casi todo.
Menos de 300.000 euros para pocos y para libros y comidas escolares. Las comparaciones son odiosas.