Un gallinero que cierra el círculo del ecosistema sostenible en el Seminario Menor

OURENSE CIUDAD

Los alumnos construyeron la instalación y se ocupan de cuidar a los animales
02 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Los alumnos del IES Inmaculada no solo tienen la suerte de disfrutar de las vistas privilegiadas que tiene el edificio del Seminario Menor sobre la ciudad de Ourense, sino de estudiar rodeados de naturaleza. Desde hace varios años, han decidido ir cuidando y mejorando ese entorno a través de proyectos diseñados para el programa Voz Natura, el plan de formación medioambiental de La Voz de Galicia que desarrolla la Fundación Santiago Rey Fernández Latorre con el patrocinio de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda, la Diputación de A Coruña, la Fundación Alcoa, El Corte Inglés, la Fundación Ramón Areces e Inditex.
Una de las características de los proyectos que diseñan en este centro educativo es que no tienen fin. Cada uno requiere de varios años para culminarse pero luego siguen adelante implicando a los alumnos y requiriendo de su trabajo para mantenerlos, mejorarlos o repararlos cuando es necesario. Buenos ejemplo son el huerto ecológico que cultivan entre todos y cuyos frutos consumen en el comedor escolar, el sistema de compostaje o el bosque inteligente que crearon limpiando de maleza el monte que rodea el centro, construyendo caminos y sistemas ecológicos de canalización de aguas para evitar arrastres por las lluvias y creando códigos QR que ayudan al paseante a identificar las especies que se van encontrando y su historia y curiosidades. Unos proyectos van complementando a otros. El último que acaban de materializar es un gallinero en el que comenzaron a trabajar los alumnos de tercero de la ESO el pasado año y que culminaron los de primero y segundo de este curso.
«Nós Voz Natura témolo como un proxecto vehicular co que aproveitamos para traballar practicamente en tódalas materias do currículo. Dende a tecnoloxía ás matemáticas, bioloxía, informática, ciencias, lingua...», relata Álvaro Leis, coordinador de la iniciativa.
El gallinero permitirá abundar además en otro tipo de formación educativa. Aprovechando el interés que habían expresado los propios escolares en actuar no solo con el mundo vegetal sino también con animales, optaron por utilizar los conocimientos de uno de los profesores, experto en aves. «Isto axuda a traballar aspectos como a responsabilidade no coidado, a organización e o cumprimento de normas e horarios, porque son os alumnos os encargados de atender aos animais, dende alimentalos a adecentar a instalación», explica.
También son los escolares los que se van encargando de supervisar y reparar los daños porque hay fauna salvaje, desde aves rapaces a conejos o zorros, de los que hay que proteger el gallinero. Incluso han recibido la visita de jabalíes, posiblemente atraídos por el olor a comida que, aunque no consiguieron entrar al corral vallado y protegido por una empalizada, provocaron daños en el cierre. «Tuvimos que reforzar el perímetro con más piedras», cuenta uno de los escolares. Y esa tarea no es precisamente sencilla. «Cuando colocamos las primeras rocas tuvimos que hacer una cadena humana para ir pasándolas de unos a otros», explica otro de los alumnos.
Todos destacan el esfuerzo físico que ha requerido este proyecto concreto, ya que además de transportar las piezas fabricadas en el taller para construir la estructura inicial de la caseta que sirve de refugio a las aves, las piedras que asientan el cercado son de un tamaño importante y el gallinero se ha instalado en un terreno algo elevado por el que se accede por unos escalones. Allí, en un pequeño claro rodeado de árboles, fabricaron, a base de cavar, una superficie más o menos plana para crear el espacio adecuado.
Pero también hubo muchos momentos divertidos y anécdotas. «El trabajo de pintar estuvo entretenido», dice uno de los alumnos, «El día que trajimos las gallinas y las metimos también estuvo bien», apunta otro. Por cierto que esa tarea tuvieron que hacerla en dos ocasiones, porque días después un perro que paseaba por el entorno provocó que algunas aves escaparan asustadas del recinto. «Justo nos pilló jugando abajo en el patio y empezamos a ver salir gallinas así que hubo que ponerse a reunirlas», cuentan entre risas.
Las aves son de distintas razas. Además de una pareja de gallo y ponedora de la tierra, tienen una tailandesa, una sedosa de Japón, una ayam cemani (propia de Indonesia y que se caracteriza por tener tanto el plumaje como la carne de color negro y poner huevos con tono rosado) y otra portuguesa. Los participantes están entusiasmados con el resultado final de este proyecto al que hace un mes que llegaron los seis primeros ejemplares que ocuparon la instalación.
Una construcción para la que, al igual que en anteriores intervenciones, se han utilizado materiales reciclados. Usaron palés viejos, ramas y palos, una antigua puerta de madera y varias chapas se habían retirado de algún lugar del colegio y que usaron para el tejado. Para evitar que se convirtiese en un ejemplo de feísmo, dibujaron y pintaron la fachada con un diseño en tonos verdes y marrones con la ardilla de la serie de películas de animación Ice Age sosteniendo su inseparable bellota como principal protagonista. «Nos pareció muy apropiado porque el gallinero está justo debajo de un roble», cuentan.
Este proyecto permite cerrar un ejemplo de economía circular ya que las aves son alimentadas principalmente con restos orgánicos de la cocina —a la que llega lo cultivado en el huerto— y el bosque, y los primeros huevos ya han sido aprovechados para elaborar galletas. Aunque no todos. Algunos sirvieron para observar el desarrollo embrionario gracias a una incubadora que les permitió analizar tiempos de cada fase de desarrollo, así como las temperaturas y la humedad necesaria para lograr el éxito del proceso. Uno de ellos llegó al final y el pollo fue entregado al mismo profesor que cedió las gallinas «porque nos primeiros tempos precisa coidados máis específicos, e el é mais experto», narra Álvaro Leis.
Paralelamente al gallinero, los escolares siguen con el huerto y, además de su cultivo, este año quieren preparar una web, similar a la que hicieron para la ruta del bosque, en el que ofrecer información sobre cada uno de los productos de plantan y cosechan o incluso recetas elaboradas con ellos. También tendrán que ponerse, una vez pase lo más duro del invierno, a reparar los paseos de la ruta inteligente y recomponerla porque los últimos temporales han dañado algunos ejemplares que ha sido necesario retirar por seguridad, así que están estudiando con qué variedades van a sustituirlos.