Las cosas incómodas

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE CIUDAD

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo la espinita de no haber estudiado Historia, aunque nunca es demasiado tarde. Reconozco que me tientan las campañas para captar alumnos de esta facultad del campus de Ourense y también los profesores a los que, gracias a la vocación que finalmente elegí, me voy encontrando. Es un gusto escucharlos o leer lo que cuentan. ¡Cuánto saben! ¡Y yo qué poco!

Esta semana uno de esos profesores, Julio Prada, hablaba del patrimonio incómodo, ese que ha provocado tantos debates acerca de si deben conservarse o retirarse los restos del pasado vinculados a regímenes autoritarios u otros momentos en los que ocurrieron cosas que desde nuestra perspectiva actual son censurables. Sobre ello se debatirá en Ourense la próxima semana pero Prada avanzaba, con un ejemplo muy próximo, la importancia de saber gestionar esa incomodidad que nos generan determinados capítulos que demuestran que no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor... aunque fue. Decía que cuando su hijo era pequeño iban a la fuente de O Rodicio. Vio los símbolos de la dictadura franquista y al preguntar por ellos se le abrió a su padre la oportunidad de improvisar una lección de historia que al mismo tiempo podía ser una lección de vida.

No nos gustan las incomodidades, toleramos cada vez menos los quebraderos de cabeza que nos suponen las opiniones diferentes o el propio hecho de pensar. Se nos atraganta la frustración y preferimos no ver las cosas feas. Necesitamos tener una opinión firme, hacer afirmaciones categóricas; creemos que sabemos mucho cuando no tenemos idea de casi nada. Por eso se hace tan importante escuchar, escuchar a los que de verdad saben, y darle una vuelta a las ideas preconcebidas o a las que compramos por que no nos meten una china en el zapato de nuestra conciencia, de nuestros esquemas, de nuestra forma de entender el mundo.

Destruir el patrimonio incómodo significa perder la oportunidad de formar a los más jóvenes y fiar solo a los libros escolares que conozcan el pasado, por muy gris que sea. Que nos duela recordar algo, que nos indigne incluso, no quiere decir que debamos borrarlo sin más. Probablemente signifique todo lo contrario.