Alejandra Araújo, abogada: «A los delincuentes se les valora como gente mala, pero eso no siempre es así»

Marta Vázquez Fernández
Marta Vázquez OURENSE

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Alejandra Araújo elige como su rincón favorito de Ourense el puente de A Lonia
Alejandra Araújo elige como su rincón favorito de Ourense el puente de A Lonia ALEJANDRO CAMBA

La profesional ourensana es unas de las pioneras en la defensa de los derechos de los animales

19 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ser abogada siempre había sido su sueño. Aunque en su familia nadie había ejercido la profesión, Alejandra Araújo sintió desde muy joven el interés por defender a los demás e hizo lo necesario para alcanzar ese objetivo. Hoy es una profesional que atesora veinte años de experiencia en un trabajo que le apasiona y que, desde hace un tiempo, complementa con la lucha en favor de los derechos de los animales. Es, de hecho, una de las impulsoras del grupo de trabajo, pionero en Galicia, que se ha puesto en marcha en el colegio de abogados.

Ourensana «de pura cepa», como ella misma confirma, pasó toda su infancia en el barrio de A Lonia. Recuerda con cariño aquellos años, pero define como una de las mejores épocas de su vida la que pasó en el Instituto As Lagoas. «Me lo pasé muy bien e hice muy buenos amigos en aquel tiempo», admite. Su deseo, tras hacer las pruebas de acceso a la universidad, era marcharse a vivir fuera de Ourense para estudiar la carrera de leyes, pero en esto no tuvo éxito. «Tuve la mala suerte de que la carrera de Derecho ya se impartía en el campus provincial y me tuve que quedar aquí», asegura entre risas.

De la carrera no guarda tan buenos momentos, admite. «Cuando yo estudié la titulación estaba muy mal planteada. Ibas a clase para que te dictaran en la mayoría de las asignaturas, y esa es una fórmula con la que apenas aprendías nada. Si quieres conseguir que los alumnos tengan pasión por la profesión, tienes que demostrarla ante ellos, y no llegar, dar los buenos días, y empezar a dictar, que es lo que hacían en mi época los docentes», rememora. Cinco años después se licenció sin haber visto un solo juicio, más allá de los que salían por la tele, y sin saber cómo presentar un escrito en un juzgado. «Hoy eso ya no pasa y me alegro de que sea así», asegura.

Y aunque en un primer momento se planteó hacer oposiciones, al final vio el camino para alcanzar su meta. «Una de las profesoras que me daba clase en la academia era abogada y yo le pregunté si podía hacer prácticas en su despacho, porque me quedaba la espinita de saber si me gustaba o no la abogacía». Y le encantó. «Me quedé a trabajar con las compañeras que estaban haciendo prácticas en ese mismo bufete; montamos despacho juntas y así seguimos veinte años después. El tiempo ha pasado muy rápido», asegura. Pero han sido décadas intensas, de compaginar casos muy distintos porque en una ciudad pequeña no es posible especializarse y siempre abogando por la mediación. Eso sí, lo que más le gusta es el ámbito penal. «Conoces historias de las que nunca llegarías a tener idea si no fuera por esta profesión, y a gente de todo tipo», asegura, sin ocultar que disfruta yendo a registros, asistiendo a detenidos o valorando las contradicciones de los testigos de un caso. «Cuando estoy preparando un juicio lo disfruto. Es la vidilla de esta profesión», cuenta.

Desde sus primeros tiempos en la abogacía, Alejandra forma parte del turno de oficio, otra vertiente de la que aprende mucho. «Ves situaciones que nunca te llegarían por el despacho. A los delincuentes se les valora como gente mala pero luego, cuando hablas con ellos, ves que esto no es siempre así, que por circunstancias de la vida han hecho algo equivocado o incluso que no lo han hecho y se lo están atribuyendo. Eso pasa». Ella, de hecho, ha llevado hasta la última instancia casos en los que creía firmemente, y lo sigue haciendo, que sus clientes eran inocentes. «Esa espinita siempre te queda», reconoce.

Dar el paso de impulsar un grupo de trabajo para la defensa de los derechos de los animales era algo en lo que llevaba tiempo pensando, y en lo que ahora trabaja con ilusión. «Siempre he tenido perro y he tratado con gente que está en asociaciones o en protectoras, que me decían que se encontraban con muchos problemas a la hora de denunciar», explica. «No solo es maltrato apalear o matar a un perro o un gato; no atenderlo o no llevarlo al veterinario también lo es, pero no siempre hay suficiente formación y esto no puede depender de la sensibilidad que tenga quien coge el teléfono», advierte sin ocultar que, en esta materia «queda mucho por hacer».

 

«Desde el covid, quedar con amigos o ir a la playa es la felicidad»

El trabajo en el despacho, que comparte con otras dos abogadas en la calle Juan XXIII de la capital ourensana, ocupa muchas horas de la vida de Alejandra, pero la profesional procura guardar los fines de semana, siempre que eso es posible, para ella. «Me encanta pasear por el monte, es algo que hago mucho, pero sobre todo dedico ese tiempo a disfrutar de mis amigas y amigos», asegura. «Quedar y reírnos juntos es la mejor terapia que existe para cargar las pilas y desconectar», asegura. Además, ha aprovechado los últimos meses para cubrir otras de sus aficiones: los conciertos. «Durante la pandemia se suspendió todo lo relativo a las actuaciones musicales, así que este verano he aprovechado para ir a muchos que tenía pendientes», asegura. Ahora, desde el covid, valora más las pequeñas cosas de la vida. «Cuando has tenido falta de libertad, poder hacer lo que quieras, aunque sea ir a la playa o quedar con amigos, es la felicidad», confiesa.

 

El DNI 

Alejandra Araújo Rodríguez nació en 1977 en Ourense.

Estudió Derecho en la Universidad de Vigo, en el campus de Ourense, tras pasar por el colegio Franciscanas y luego por el IES As Lagoas. En  2002 se colegió como abogada y ha sido una de las impulsora del grupo de trabajo en defensa de los derechos de los animales.

Elige como su rincón favorito de Ourense el puente de A Lonia. «Crecí en esa zona y tengo muy buenos recuerdos. Fue una infancia muy feliz, con amigos, con paseos en bici, pasando siempre por ese puente», afirma.