Ana Malingre Rodríguez, historiadora: «Ourense no le dio la importancia que se merecía a la Fundición Malingre»
OURENSE CIUDAD
La tataranieta del creador de la empresa, el belga Manuel Malingre Parmentier, dedicó su tesis doctoral al proyecto familiar
31 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.La puesta en valor del patrimonio industrial era una entelequia por estos lares cuando en 1979 la piqueta se llevó por delante la historia de la Fundición Malingre. De un golpe, el legado vinculado al belga Manuel Malingre Parmentier desapareció para siempre, al menos en lo que a las instalaciones de la antigua fábrica del barrio de O Couto se refiere. Por toda la ciudad queda la huella de una saga familiar que comenzó con la llegada de Parmentier a Ourense y la creación de la primera empresa de fundición —entre finales de 1864 y comienzos de 1865—. Su tataranienta, la historiadora Ana María Malingre Rodríguez (Vigo, 1967), se puso a buscar en el 2003 a los descendientes españoles de aquel belga nacido en Charleroy en 1834. Localizó a cincuenta y siete. Ahí comenzó un camino al que ponía fin, al menos como una autoimposición para no seguir sumando materiales a un trabajo que se había desbordado, con la presentación de la tesis doctoral La Fundición Malingre: historia y aportaciones al patrimonio artístico y etnográfico ourensano. La misma, de 1.075 páginas, fue dirigida por los profesores Jesús de Juana y Francisco Javier Louzao.
—¿Cómo acaba Malingre Parmentier montando una fundición en Ourense?
—Los belgas fueron los primeros en el continente europeo, los ingleses también tenían su propia industria, en crear fundiciones. Tras la revolución industrial el progreso de las ciudades estaba muy vinculado a la actividad: de las construcciones metálicas para la edificación a los clavos o las vías del tren. Él trabajaba en Francia, país que fichaba a los belgas para su industria, cuando le ofrecieron un contrato en la fábrica de armamento de Trubia.
—Siempre mantuvo que se vino a Ourense por el tren. ¿Llegó a confirmar esa hipótesis?
—Documentalmente no, pero su traslado de Asturias a Ourense se explica por el proyecto del ferrocarril, que estaba llamado a generar un importante volumen de trabajo en el sector.
—¿Cuándo comenzó su actividad?
—Montó la fábrica a finales de 1864 o inicios de 1865. Del comienzo de la actividad no hay documentación, sí consta la baja en 1866. Entonces estaba en Reza —no se aclara si en la calle del mismo nombre o en la zona de Reza—. Después estuvo en lo que es en la actualidad el parque de san Lázaro y luego en O Couto.
—También tuvo su faceta política.
—Sí. Entró de concejal en 1874, en sustitución de Benito Fernández Alonso, y estuvo treinta años vinculado a la actividad política. No continuados, yendo y viniendo. Entonces se presentaban como candidatos a título personal, y en función de los apoyos entraban en la corporación. No sabemos su ideología, creemos que sería liberal. Estuvo vinculado a todo el tema del alumbrado en la ciudad, abastecimientos de agua, administrador de la capilla de san Lázaro, de lo referido a los establecimientos de comida o del control de la feria, cuando el actual parque de san Lázaro era el campo de la feria de Ourense.
—¿Se mantiene el legado de la fundición?
—Por toda la ciudad están las huellas de Malingre. El templete de la Alameda es uno de las referencias inexcusables, como lo son las ánforas y balaustres del mismo lugar, que también estaban en la otra parte de la Alameda pero fueron retirados cuando se hizo la reforma. Las esculturas de Lamas Carvajal, Lameiro, Risco y Blanco Nájera son de la fundición, al igual que columnas de hierro de los edificios históricos, balcones y muchas otras cosas.
—¿La ciudad valora la obra?
—No. Ourense no le dio la importancia que se merecía a la Fundición Malingre. Cuando cerró, en 1979, el patrimonio industrial no tenía la consideración que debería recibir. Hoy sería impensable destruir un legado como el de la fundición.
—Durante años ha reunido documentación y localizado piezas. ¿Habrá una exposición?
—Sería posible con el material del que se dispone y las piezas localizadas. También quería hacer un libro divulgativo.
«Quiero recuperar la figura de Amalia Rosina Sánchez, la mujer de Lamas Carvajal»
Ana María Malingre se licenció en Historia en Compostela y a partir de ahí inició un periplo que la llevó por la Fundación Penzol, el Arqueolóxico, el Inem o el Museo Etnolóxico de Ribadavia, entre otras instituciones. Curso el máster de patrimonio histórico y territorio en la Universidad de Vigo y ha participado en proyectos como el de creación del Museo do Viño de Galicia. Entre sus trabajos figura una publicación pionera sobre una Ribeira Sacra entonces lejos del actual protagonismo: Monasterio de San Pedro de Rocas: Pisamos tierra de monjes (Edilesa, 2001). Desde el 2006 es responsable del servicio de publicaciones de la Diputación y en la actualidad ejerce como jefa de sección de Archivo y Publicaciones del organismo provincial.
—Tataranieta de Malingre y de Lamas Carvajal. ¿Cómo surgió el encuentro familiar de los últimos?
—Empecé a localizar a los miembros de la rama familiar y acabamos juntándonos en la ciudad y recorriendo los escenarios vinculados a su historia. Y a partir de ahí pasé a ser Mamá Rosina, por haber reunido a los que vinieron de todos los lugares por donde está repartida la familia.
—¿Quién era Mamá Rosina?
—Amalia Rosina Sánchez Gómez, la mujer de Lamas Carvajal. La que le escribía y hacía todo lo referido a su obra desde que él se quedó ciego. Era la matricarca que reunía a toda la familia y le llamaban así, Mamá Rosina. La familia me dio ese nombre tras la reunión del 2019. Y, entre otras cosas, acabó de coordinar la recuperación del panteón familiar en San Francisco.
—¿Cuál es su próximo proyecto?
—Tendrá que ver con su vida, ya que fue una mujer muy interesante, maestra de primaria. Quiero recuperar la figura de Amalia Rosina Sánchez, la mujer de Valentín Lamas Carvajal.
Quién soy: «Una documentalista. Soy una persona a la que le gusta buscar las fuentes de la historia. No me satisface quedarme con lo evidente y lo que me motiva es ir al origen de las cosas».