Los forenses que le hicieron la autopsia al cadáver confirman la muerte homicida y la sitúan en agosto del 2018
17 may 2022 . Actualizado a las 12:29 h.
A Fernando Iglesias Espiño lo mataron golpeándolo al menos cuatro veces en la cabeza. La violencia de los impactos fue tal que su cráneo «estalló en múltiples fragmentos», provocando su muerte. Así lo aseguraron este viernes los dos forenses que le hicieron la autopsia al cadáver del parricida, localizado el 20 de diciembre del 2018 en una finca de Piñor. Los expertos, que declararon en la cuarta sesión del juicio que se sigue por este caso en la Audiencia provincial de Ourense, ofrecieron al jurado una detallada explicación de los exámenes que le realizaron al cadáver, asegurando que en su opinión los golpes se los habían hecho con una barra de hierro. «No pudo ser un hacha o algún otro objeto con filo porque no tenía lesiones cortantes», dijeron los expertos, que no tienen dudas respecto a la muerte homicida y violenta del recluso, al que se buscaba desde el 11 de agosto de aquel año, cuando salió de la cárcel para disfrutar de un permiso de fin de semana. «Su cadáver estaba envuelto en plásticos y atado con cinta aislante. Eso no es un enterramiento normal», advirtió una forense.
No pudo ser aquello, por tanto, otra cosa más que un crimen. En presencia de Francisco Javier Hermida González y Óscar González López, los dos hombres a los que se acusa de haberlo cometido con la intención de robarle el dinero de una herencia, los expertos admitieron que hubo problemas para identificar los restos ya que el cuerpo, sepultado en una mina de agua, estaba muy deteriorado. Una radiografía del Sergas del año 2009 fue clave para salvar ese obstáculo. «El cadáver tenía una fractura de años atrás en el fémur y se localizó una placa antigua de Espiño, con su nombre y apellidos, en la que se veía la misma lesión con idénticos tornillos», aseguró uno de los expertos. A mayores, se hallaron coincidencias de ADN con un hermano de la víctima por parte de madre y con restos biológicos hallados en cuchillas de afeitar que usaba el recluso, condenado en 1996 por haber asesinado a su mujer e hijos, en la prisión. «Valoramos a mayores el factor circunstancial, ya que hasta el cuerpo se había llegado porque un investigado había señalado donde estaba», dijo el profesional, excluyendo así del caso cualquier duda relativa a que el muerto era Iglesias Espiño.
Las larvas del cadáver
Pero hubo otras incógnitas que no se pudieron despejar, al menos no con tanta precisión. A falta de testigos que aclaren cómo ocurrieron los hechos —ya que ninguno de los acusados admite el crimen y aunque Óscar fue quien llevó a los investigadores hasta el cuerpo alega que fue el otro acusado quien le señaló el lugar— conocer la fecha de la muerte era un dato clave. Por ello se hicieron muchos análisis para intentar determinarlo, llegándose a la conclusión de que a Espiño lo habían matado y enterrado cuatro meses antes, lo que coincidiría con la fecha de la desaparición, en agosto. «Esto no son matemáticas, pero con la experiencia se va sabiendo cuánto tiempo puede llevar fallecida una persona», apuntó de nuevo uno de los forenses, que se refirió al estado de putrefacción de los restos y al hallazgo de larvas de una mosca. «Nos pareció compatible con que llevara allí cuatro meses», aseguró, si bien dejó claro que decir una fecha exacta no es posible.