«Vuelvo a ser refugiado como lo fue mi padre. Es la historia de los afganos»

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

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Pakdel vive en Ourense desde hace seis meses
Pakdel vive en Ourense desde hace seis meses SANTI M. AMIL

Mohammad Ali Pakdel y su familia viven desde agosto en Ourense

06 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El abuelo de Mohammad Ali Pakdel fue asesinado durante la guerra soviética en Afganistán en 1979, así que su padre pidió asilo en Irán. Allí nacieron Mohammad y sus dos hermanos. En el 2002 la familia pudo volver a su país, donde Mohammad estudió Periodismo y comenzó a dar sus primeros pasos en la profesión. «Teníamos una buena vida», relata el joven de 24 años desde su nueva casa en Ourense. Porque Mohammad se ha convertido en refugiado por segunda vez. Después de que los talibanes se hicieran con el poder el pasado mes de agosto, Pakdel y su familia emprendieron de nuevo el camino del exilio. «Vuelvo a ser refugiado, como ya lo fue mi padre. Es la historia de los afganos», lamenta.

«Lo he perdido todo: mi casa, mi trabajo, mi país», relata el joven, que critica que la comunidad internacional no se preocupe por lo que pasa en Afganistán. Y es especialmente duro con Estados Unidos. «Después de 20 años diciendo que iban a traer la paz, dejaron el país bajo el control de los terroristas. ¿Por qué? Porque solo les interesaban sus beneficios y sus intereses políticos, no mi pueblo», remarca.

Antes de dejar su país, Pakdel pasó «tres días muy malos» en el aeropuerto de Kabul; tiempo en el que colaboró con los soldados españoles para localizar a parte de los 2.400 afganos que fueron evacuados a España dentro de la llamada Operación Antígona, de los que alrededor de un centenar están desde entonces iniciando una nueva vida en Galicia. Pakdel ejerció de traductor para poner en contacto a sus compatriotas que solo hablaban persa con los militares, con los que se comunicaba en inglés. Finalmente, el 26 de agosto subió al avión junto a sus padres, sus dos hermanos y los hijos de estos. Después de varios días de viaje recalaron en Ourense. «Tuve que buscar en Google para saber dónde estaba y dije ‘está bien’», recuerda. «Es un buen lugar en el que empezar una nueva vida y aprender español. La gente es muy amable y acogedora», relata.

Lleva seis meses en la ciudad de As Burgas y Mohammad dice que se siente cómodo. Su nivel de español le permite salir a comprar o preguntar por una dirección sin mayor dificultad. Es lo que ha conseguido en las dos clases diarias de castellano, que combina con otras sesiones de cultura, historia y leyes de España. Son los talleres de inmersión que organiza Cruz Roja, la oenegé que se encarga del programa de refugiados. No solo les procura alojamiento y manutención, sino que también busca formarles (en un primer momento en lo referente al idioma) para una futura incorporación laboral.

Mohammad cree que hablar inglés le ha servido como un puente para aprender más rápido un nuevo idioma, en una característica que comparte con su hermano. También sus sobrinas (las hijas de su hermana), adolescentes, están adaptándose rápido. Más cuesta arriba se le está haciendo a sus padres. «Yo creo que en un año dominaré el idioma como para plantearme mudarme a una ciudad más grande e intentar conseguir trabajo como periodista. A mis padres creo que les llevará más tiempo», relata. Es por eso que no tiene claro que su traslado anhelado a Madrid, Barcelona o Valencia sea un recorrido que haga toda la familia junta. Pero cree que es el paso que tiene que dar para hacerse un hueco en la profesión. «Para un periodista pienso que es mejor estar en una ciudad más grande, porque será más fácil encontrar un sitio en el que alguien necesite un periodista que sepa persa, inglés y español», relata. Sin duda, su especialidad está en su propio país. «Puedo escribir sobre la situación de Afganistán», relata. Sigue en contacto con muchos colegas en su tierra, que le relatan de primera mano que la situación es cada vez peor. «Los terroristas hacen lo que quieren, matan a quien se le antoja y están metiendo a muchas mujeres en prisión, sobre todo a aquellas que trabajaban en las fuerzas armadas del anterior gobierno, las periodistas y las activistas políticas». Ante esto, hace un llamamiento a la comunidad internacional: «Que no reconozcan a los talibanes como un gobierno».

Volver no es una opción ahora mismo. «La situación allí es muy mala», remarca. No es una posibilidad, pero sí un deseo. «Cualquier persona que haya perdido su país quiere volver. Sueño con poder volver y estar con mi gente», dice. Y remata: «Algún día será posible».