Los baños termales a orillas del Miño en Ourense, dos años en dique seco

Miguel Ascón Belver
Miguel Ascón OURENSE

OURENSE CIUDAD

El gobierno ourensano trabaja en la adaptación de las pozas a una ley que exige más medidas sanitarias e higiénicas, y mientras solo hay una instalación operativa

13 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ourense presume de ser, tras Budapest, la segunda ciudad europea con mayor caudal de agua termal. Al contrario que en la capital húngara y en otras urbes similares como Bath (Inglaterra) o Baden Baden (Alemania), aquí esa riqueza no ha sido explotada con grandes balnearios, pero sí con termas públicas y gratuitas. Cualquiera podía llegar a Ourense y tomar un baño termal gratis en una poza a orillas del Miño. Lo hacían muchos ourensanos por las propiedades mineromedicinales del agua y también era uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad. Sin embargo, esas instalaciones llevan casi dos años cerradas.

Cuando estalló la pandemia, las autoridades sanitarias recomendaron prohibir el baño en todo tipo de aguas estancadas, una medida que afectó también a las termas ourensanas. En abril del año 2021, la Xunta emitió un protocolo que permitiría su reapertura garantizando la distancia personal y el uso de la mascarilla. Sin embargo, dos meses antes había entrado en vigor también una ley autonómica que regula específicamente el aprovechamiento lúdico de las aguas termales. Esa disposición legal se aprobó en el año 2019, pero daba a los afectados dos años de plazo para adaptar las instalaciones de ese tipo a las exigencias establecidas en el documento. Desde el Concello de Ourense explican que esa ley solo fijaba criterios generales y que hubo que esperar a mediados del año pasado, para que la Xunta precisase las adaptaciones necesarias en cada caso.

Este asunto ha provocado fricciones en el gobierno municipal en coalición de Democracia Ourensana y PP. El alcalde, Gonzalo Pérez Jácome, criticó a sus socios —el área de Termalismo es responsabilidad de los populares— por la demora en la reapertura de las pozas. Dijo que bajaría «a la arena» para encargarse personalmente del tema y prometió que las abriría el pasado día 1 de diciembre. Llegó esa fecha y seguían cerradas. De hecho, hoy en día continúan así.

Pese a todo, lo cierto es que al mando de este asunto sigue la concejala de Termalismo, Flora Moure, del PP, que ha anunciado para la próxima semana la reapertura «provisional y parcial» de las termas de Outariz y Burga de Canedo. Están a orillas del Miño, a un par de kilómetros del centro de la ciudad, y se puede llegar en coche aparcando del otro lado del río y cruzando por una pasarela peatonal o en el conocido como «tren das termas», que forma parte del servicio de transporte urbano. El Concello gastó 83.600 euros en las obras necesarias para adaptarlas a la nueva ley. Esta exige la renovación completa del agua de las pozas cada cuatro horas, por lo que fue necesario ejecutar nuevas canalizaciones e instalar caudalímetros.

Con esa reapertura parcial, se comprobará si el sistema funciona bien y si se cumplen los parámetros sanitarios establecidos en la legislación, para así continuar ejecutando este tipo de trabajos en el resto de instalaciones termales públicas de la ciudad. La concejala responsable remarca que la ley lo que busca es garantizar las condiciones higiénicas y sanitarias de las pozas. Agradece la «paciencia» de los usuarios por seguir cerradas, pero asegura que el esfuerzo valdrá la pena porque los cambios van a traducirse en un servicio de mayor calidad. Advierte, en todo caso, que será necesaria «mucha pedagogía» ya que la nueva legislación también obligará a cambiar las normas de uso. Habrá controles de aforo —por lo que el Concello tendrá que contratar un servicio de vigilancia— y se establecerán límites de tiempo para los baños, es decir, que no habrá libertad absoluta como hasta ahora. Lo que no se plantea, en principio, el gobierno municipal es cobrar una entrada.

Tras reabrir las de Outariz y Burga de Canedo, el Concello de Ourense espera hacer lo mismo con las de Muíño da Veiga —algo más alejadas del centro que las otras— y las de A Chavasqueira, las más próximas al casco urbano, en las cercanías del puente romano. Allí hay ourensanos que, pese a estar precintadas, se cuelan a diario para darse un baño termal ya que el agua sigue brotando. Estas termas —que fueron las primeras que se pusieron en marcha en Ourense, en el año 2001— están al final de la cola para su adaptación porque los permisos ante la Confederación Hidrográfica Miño-Sil van en el mismo paquete que la rehabilitación de las termas de pago que hay en esa misma zona. Era un recinto gestionado en régimen de concesión municipal —con vestuarios, cafetería y otros servicios— que quedó reducido a cenizas en abril del año 2019 por un incendio provocado, según la Policía Nacional, por dos personas, una de ellos, un extrabajador.

Para su reconstrucción no hay plazos, de modo que hoy en día la única instalación termal que hay abierta en Ourense es una concesión similar a la quemada en A Chavasqueira, aunque más grande y más moderna, que está en Outariz. Reabrió en mayo del año 2020, desde que las autoridades sanitarias relajaron las restricciones por el coronavirus en este tipo de espacios. Al principio —según explica Pablo Villuendas, portavoz de la empresa que gestiona las termas, Ibernisha— los usuarios llegaban a cuentagotas, pero ahora la situación es mucho mejor, «sobre todo, los fines de semana, que están muy animados». En la afluencia de público puede influir el hecho de que las pozas gratuitas sigan cerradas, pero Villuendas celebra que el gobierno municipal planifique ya su reapertura: «Cuantas más instalaciones haya, mejor para todos».