Nueve años plasmando arte en la piel en Ourense

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

El equipo de Secret Bridge celebra el aniversario del estudio de tatuajes haciendo un repaso por esta escena artística

11 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El ourensano David Diz quería ser profesor de Educación Física. Lo tenía claro, pero mientras estudiaba INEF en Pontevedra, empezó a tatuarse en el estudio Costa Oeste de Vigo y todo cambió. «Había hecho el bachillerato artístico, así que empecé a hacer mis propios dibujos. Una cosa llevó a la otra. Dejé la carrera y entré de aprendiz en ese estudio, que todavía hoy siento como mi casa», recuerda. Entonces tenía 22 años. Han pasado 14 y ahora David está al frente de su propio estudio en Ourense. «Me acerqué a este sector porque venía de la escena del punk rock y del hardcore, y en ese ámbito toda la gente estaba tatuada», comenta. De hecho cuando David abrió Secret Bridge, en la calle Hernán Cortés de la ciudad, era también un sello musical con el que producía a artistas de distintos lugares del mundo. Subió la persiana del negocio en el 2013 y acaba de soplar nueve velas acompañado de un equipo que completan otros tres tatuadores: Simón SeoaneViriato Rodríguez y Pablo de la Rue.

Ya no hay sello pero sí hay música. Además de vender toda clase de vinilos —David es un gran coleccionista—, en Secret Bridge lo más común es tatuarse con un disyóquey pinchando en directo o con un repertorio setentero reproduciéndose en el ordenador. Este estudio es un punto de encuentro para las artes, donde el pasado está muy presente. «Estamos especializados en el tatuaje tradicional americano y también en el japonés», dice David. Ese Old School es un estilo que nació en el siglo XIX en Estados Unidos y que se basa en dibujos con trazados de líneas gruesas y simples. Son diseños directos en los que se utilizan colores sólidos y primarios como el negro, el rojo o el amarillo. De hecho el propio local está forrado de cuadros que son buena parte de los diseños de estos cuatro artistas enmarcados. Para que los clientes puedan escoger como entonces, cuando llegaban los marines a la costa estadounidense, señalaban un dibujo y lo pedían en su piel. «Antes si no estaba colgado en la pared, no se hacía. Ahora, por supuesto, nos adaptamos a cualquier idea que pueda tener el cliente, siempre y cuando estemos seguros de que podemos defenderla al 100 %», apunta el tatuador ourensano. Se atreven con estilos como el Black and grey, que juega con el color negro y los acabados acuarela; el realista, el puntillista o el minimalista.

«Tenemos mucho de artesanos porque dedicamos mucho tiempo, esfuerzo y creatividad a cada diseño. Da igual si es en el estilo que más nos gusta o en cualquier otro. Perseguimos siempre que el resultado sea el mejor», dice Pablo. Este madrileño se metió en el mundo de la tinta en la piel a raíz del grafiti. «Son expresiones artísticas que están muy relacionadas, en una lo haces en muro o en un tren y en la otra en una espalda o en una pierna». Estaba trabajando en Austria cuando unos compañeros tatuadores le propusieron un proyecto en Ourense y no se lo pensó. Así conoció a Simón y Viriato. Lleva en la ciudad cuatro años. «Ha sido la mejor decisión que he tomado», apunta.

«Aquí le damos vida a las ideas de la gente», dice el ourensano Simón. En su caso siempre le gustó dibujar, por eso se decidió a estudiar Bellas Artes y luego Diseño Gráfico. Aunque lo suyo era la fotografía y la ilustración, sus amigos le regalaron una máquina de tatuar y la historia eclosionó. «La curiosidad me fue llevando y hasta hoy», admite. Su primer tatuaje se lo hizo Viriato. Él nació en Suiza, es hijo de emigrantes retornados, y se trasladó a Ourense con 11 años. Unos pocos después empezó a interesarte por la esfera del tatuaje. A los 20 hacía pinitos por su cuenta tatuando a amigos, poco después entró en un estudio como aprendiz y desde entonces no ha parado de trabajar.

Los tres entraron en Secret Bridge en el 2021, pero es un lugar que entienden como su casa. «Somos una familia, compartimos nuestra manera de entender este oficio, nos aportamos los unos a los otros y disfrutamos mucho con nuestro trabajo», dice Viriato. «Para nosotros esta profesión es un estilo de vida y tienes necesariamente que ponerle implicación y amor. Esto es un trabajo artístico pero muy serio porque es algo que permanecerá en alguien para el resto de sus días», comenta David. De hecho él sabe bien lo que es enterrar un tatuaje. «Hace poco falleció en un accidente un amigo que llevaba un tatu mío en el antebrazo. Vino su madre al estudio a hacerse ese mismo dibujo. Son cosas que te marcan para siempre», confiesa. Pero es que estos jóvenes, con su trabajo y su entrega, consiguen desmitificar el mundo de los tatuajes como algo malo o prohibido, y lo sitúan donde tiene que estar. «Son una forma de expresarse y de diferenciarse», dice Viriato. A él le tocó tatuar a varias mujeres de más de ochenta años: «Una vino a ponerse el nombre de su marido, que acaba de fallecer, porque odiaba los tatuajes y quería hacerle ese guiño con sentido del humor». Porque además de arte, los dibujos en la piel son historia.