Ya empiezan a resultar agotadoras las ocurrencias del alcalde de Ourense. La lista es larga y por momentos disparatada. A lo que Jácome promete, en realidad, no se le puede llamar ni promesa. Porque no se compromete con nada. Simplemente decide, utilizando los canales de comunicación institucional del Concello, compartir ideas que se le ocurren, posibilidades que le plantean, sugerencias que le hacen, planes sin ningún tipo de base más que el hecho de que se le han ocurrido a él... en resumen, la nada.
La última fue esta semana: el alcalde enviaba una nota de prensa en la que aseguraba que estaba valorando poner en marcha un museo del vino en el edificio del museo municipal. Y se quedaba tan pancho. Primero cerró el museo, luego dijo que dedicaría el edificio a oficinas, después se le ocurrió un museo del entroido y ahora...
Ya no se trata únicamente de que todas aquellas cosas que dijo que iba a arreglar en tan solo unos meses (los contenedores soterrados o el mercado de A Ponte) sigan pendientes. Es que las que dijo que iba a hacer, siendo ya alcalde, también están paradas. Pero lo realmente grave es que, lejos de concentrarse en lo que tiene que hacer, se empeña en abrir nuevos frentes, la mayoría de las veces con más ganas de hacer ruido o de desmantelar que de trabajar o construir.
Lo que está claro es que un alcalde no puede permitirse vivir en un permanente brindis al sol.