María Jesús Blanco Piñeiro, presidenta de la Fundación Xaime Quesada Blanco: «Tenemos que buscar una alternativa, a Ourense no le interesa Quessada»

xosé manoel rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

Tras quince años de actividad, la institución sigue sin contar con una sede

16 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque un accidente doméstico y la pandemia la tienen atrapada en su casa desde hace año y medio, María Jesús Blanco Piñeiro (O Carballiño, 1939) sigue trabajando y promoviendo iniciativas relacionadas «con mis chicos». El coronavirus ha sido un condicionante importante que se ha ido cargando algunas de las iniciativas previstas, de manera particular todo lo referido a las actividades paralelas vinculadas a las exposiciones, pero la presidenta de la Fundación Xaime Quesada Blanco sigue proyectando iniciativas desde el encierro contra su voluntad en la silla de ruedas con la que se mueve desde hace meses. Alberga sentimientos encontrados que la hacen sentir ilusionada y frustrada a un tiempo: los primeros vienen de la mano de los futuros proyectos, la desilusión hunde sus raíces en la falta de concreción de una propuesta para albergar el legado artístico de Xaime Quessada (Ourense, 1937—2007) y su hijo, Xaime Quesada Blanco (Ourense, 1975—2006).

—¿La pandemia les ha pasado recibo?

—Nos ha afectado de manera importante en lo que respecta a lo que todos hemos ido conociendo o padeciendo en este tiempo: museos cerrados temporalmente, restricciones sanitarias y otras medidas. Las exposiciones se han visto perjudicadas, pero de manera significativa las actividades paralelas que teníamos programadas.

—¿La muestra de Lugo es la última propuesta?

—En su momento firmamos un acuerdo de colaboración para mostrar la Colección amarilla en la antigua cárcel, allí sigue, y estamos muy contentos con el resultado. Llevamos la obra de Quesada a Quesada, que es un municipio de Jaén donde tienen el Museo Zabaleta-Miguel Hernández, y se mostró una retrospectiva en el Museo de Pontevedra. También se celebraron actos conmemorativos en Ferrol, al promover varias iniciativas con motivo de la recuperación de obras que aparecieron en el Concello y fueron instaladas en un auditorio de la ciudad. 

—¿En qué trabaja la fundación?

—Tenemos varios frentes abiertos. El más inmediato es la exposición de Jaimiño —Xaime Quesada Blanco— en el Centro Valente. Llevamos un tiempo con el proyecto y debería concretarse en este año. Además, una persona del patronato, que ya ha realizado varias propuestas didácticas, trabaja en un cuaderno para la Colección amarilla y también estamos catalogando, y buscando, obras de la primera etapa de Xaime Quessada. 

—¿Queda material por catalogar?

—Ni se sabe cuánto. Hay cuadros en el Reina Sofía que ahora se pueden ver en el Museo de Bellas Artes de A Coruña —son obras que Xaime Quessada presentó a concurso y fueron premiadas— y aparecen originales coincidiendo con las exposiciones. Generalmente son cuadros comprados hace muchos años que ni sabíamos de los mismos. Queda mucho por descubrir y en esa línea trabajamos. El otro día fui al edificio de Sindicatos y nos encontramos con material que no teníamos catalogado.

—La Fundación Xaime Quesada Blanco nacía en el 2006. Han pasado quince años y no se materializaron las propuestas para crear la sede para la misma. ¿Se baraja alguna opción?

—No. Hubo en su día las que se fueron anunciando pero ninguna salió adelante. Y hace años que no tenemos noticias.

—¿No cuentan con ninguna oferta por parte de las instituciones?

—No. Somos conscientes de que tenemos que buscar una alternativa porque a Ourense no le interesa Quesada. Jaime tenía un amor loco por su ciudad y siempre quiso que su obra quedase aquí, pero los hechos demuestran que ese deseo no tiene posibilidades de ser una realidad.

—¿Baraja crear la sede en otro lugar?

—Es una opción que está ahí y hay miembros del patronato que son partidarios de buscar en otro lado. De hecho alguno quiere valorar esa posibilidad con alguna institución.

—¿De existir una oferta se trasladaría el legado de los artistas para esa ciudad?

—Si vemos que se adapta a lo que necesitamos sí. Lo que está claro es que hay que buscar solución.

«Nuestro objetivo pasa por identificar toda la obra posible y editar un catálogo razonado»

Desde su atalaya en el centro de la ciudad de Ourense, con vistas a un patio de colegio y al horizonte, María Jesús Blanco Piñeiro se mueve entre sus dos pasiones: poner en valor el legado de sus artistas —Xaime Quessada y su hijo Xaime Quesada Blanco— y la arquitectura. En la primera mantiene el timón de la fundación creada tras la muerte de su hijo, legado al que se sumó poco después el de su marido, y en la segunda disfruta de una profesión en la que fue caminando de las obras propias o con otros compañeros —de las casas unifamiliares a proyectos como el Auditorio do Carballiño junto a Alfredo Freixedo— a la restauración —de los inicios en el sector con una iglesia de Castro Caldelas a la rehabilitación, con otros compañeros, de la rectoral de Santo André para crear el Museo do Viño de Galicia—.

—La última gran exposición de Quessada en la ciudad fue la de las pinturas negras.

—Sí, se abrió a finales del 2017 en Afundación. Nuestro propósito era que se conociese esta etapa, la de la serie Pintura negra, porque no se había podido disfrutar en Ourense en todo su conjunto. 

—En la antológica de Vilamarín se descubrió al Quessada escultor.

—Sí. No hay mucha obra, aunque en algunas de las exposiciones incluimos piezas y la verdad es que tienen muy buena acogida. No tuvo mucho recorrido porque se acercó a la escultura en la última etapa de su vida.

—¿Se conseguirá conocer el legado en toda su extensión?

—Seguramente no. Hizo mucho trabajo para colectivos o asociaciones, donó mucha obra y pintó toda su vida, desde los años sesenta en la calle por Europa a los últimos trabajos. Nuestro objetivo pasa por identificar toda la obra que nos sea posible y editar un catálogo razonado para que sea la referencia definitiva.

Una pionera de la arquitectura que acabó disfrutando con la restauración

Eligió el camino menos recomendable para una época en la que las libertades y los derechos no cotizaban, menos si eras mujer. Nunca cejó en su empeño. Tuvo más que claro cuál era su camino, qué quería ser en la vida y por dónde debían ir sus pasos. Y contó con el inestimable apoyo y la defensa férrea de su padre en lo que a su vocación se refiere. En un entorno hostil, María Jesús Blanco Piñeiro se titula en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1969. De aquella época, finales de los 60 y primeros 70, datan los viajes por el Mediterráneo —incluyendo Grecia, Turquía y Egipto— con Xaime Quessada y un grupo de amigos. En 1971 se casa con el artista y en 1972 se instalan en Ourense. Fue la primera arquitecta colegiada en la provincia y una de las pocas que ejercía entonces en Galicia.

—¿El apoyo de su padre fue la clave?

—Sin duda. Le decían que cómo iba a permitir que hiciese Arquitectura, que no sabía dónde me iba a meter. Y él me apoyó siempre y me dijo que si quería intentarlo que adelante. Pero no fue fácil.

—¿Cómo fue la experiencia?

—Tuvo sus inconvenientes, muchos, y sus ventajas. Era difícil la convivencia con los compañeros, no te tomaban en serio e incluso comentaban que si ibas para buscar un novio arquitecto. Y les contestaba que no me hacía falta, que para arquitecta ya iba a estar yo y me bastaba. Aunque también hice amigos con los que aún mantengo relación desde entonces. Lo peor vino después.

—¿A que se refiere?

—En aquellos años, empecé a trabajar en 1972, no te tomaban en consideración ni te respetaban en la obra. Si iba con mi compañero de estudio a él le llamaban Don José y a mí se referían como «esa muller». Llevaban toda la vida en la construcción y nunca vieran a una mujer a pie de obra.

—Comentó en una ocasión que la maternidad afectó a su carrera.

—Así fue. Aunque llevaba al niño a la guardería a las seis lo tenía que recoger, y no podía estar en el estudio a última hora de la tarde, que era cuando pasaba la gente de las obras. Y Jaime solo sabía vivir para la pintura, con lo cual el niño era «mi niño». Siempre me apoyó, de hecho fue quien me animó a abrir mi estudio, pero luego no estaba.

—¿La restauración fue su último descubrimiento?

—Sí. Disfruté mucho porque es un mundo apasionante y vives la historia de los edificios, cómo fueron evolucionando.

«Quién soy»

«Una persona con capacidad de adaptarse bastante bien a las circunstancias de la vida. Entusiasta del arte en general. Y una persona demasiado perfeccionista a la hora de proyectar, nunca quedo satisfecha del todo porque siempre creo que algo se podía hacer o mejorar»