Resulta difícil abstraerse a la tensión del gobierno municipal de la tercera ciudad de Galicia. Sobre todo si vives en ella. Pero a veces tengo la sensación de que esos árboles que son las polémicas pueden acabar impidiendo que nos fijemos bien en el bosque que es este lugar estancado, donde todo está pendiente de hacer. ¿Será consciente esta pantomima? ¿Será una maniobra para que nos fijemos en cómo se insultan y no en cómo nos insultan a nosotros? En todo caso, y aunque le costó varios días, es bastante certero el diagnóstico que hizo de la situación la portavoz popular, Flora Moure: «Jácome considera que para que le vaya bien a él, le tiene que ir mal a Ourense». En general, el alcalde ama el caos, la confrontación, el enfrentamiento, la polémica... y a la ciudad lo que le hace falta es otra cosa. Lo que no dicen en voz alta en el PP, empeñados en vestir de interés general su interés en cogobernar, es que fueron ellos quienes convirtieron a Jácome en alcalde de manera que, cuando lo señalan con el dedo, también reconocen que son arte y parte en la incómoda situación actual. Lo que desde luego hay que reconocerle a Jácome es que no engaña. Su forma de hacer las cosas es la misma de siempre, como te digo una cosa, te digo la otra. La filosofía destroyer que tenía como oposición la mantiene y es su modus operandi: lo mismo se carga los bolardos, que le cambia el nombre a la universidad popular o (cuestión de Estado) suprime la figura del rey del entroido. El resto, solo planes. La boutade ya dura demasiado.