Existe un teorema de las fuerzas vivas que yo, que nunca saqué más de un cinco en Física, probablemente no conseguiría entender. No sé si la expresión fuerzas vivas aplicada a una sociedad tiene algo que ver (energía cinética, rozamiento, fuerza... puede ser). Se utiliza a menudo para referirse a aquellas personas o grupos de personas con poder o capacidad de influencia en el lugar en el que viven. En Ourense las hubo en un tiempo. Personas capaces de promover cambios, respetables, cuyo criterio tenía peso, que se mojaban, que no tenían que preguntarle a nadie qué podían opinar de determinado tema... Qué tiempos. Luego esas fuerzas vivas se murieron. Algunas, por el ciclo de la vida o por desgracia, de manera literal. Otras pasaron a hibernar, porque no hay nada más peligroso en Ourense que tener ideas propias y decirlas en voz alta. También hubo algunas otras con mucho potencial pero que decidieron esconderse (¿se las puede culpar por ello?) y jugar a la ventriloquia, intentando ejercer la influencia por personas interpuestas y, por supuesto, fracasando. Y así estamos. Ahora un grupo de ourensanos han dado un paso al frente para lanzar un SOS e intentar frenar la deriva de la ciudad. Con Ourense ahogada, por más motivos que uno, han pedido auxilio. Y son los ciudadanos los que, pasado Halloween, tienen que decidir si están vivos o muertos. Es eso o seguir acunándonos al sonido de nuestras propias quejas, roñando, refunfuñando y sin ejercer la postura de fuerza que nos corresponde por el mero hecho de vivir en esta ciudad.