Agustín Canton, orfebre de Ourense: «Las joyas son un símbolo, representan momentos y personas»

María Doallo Freire
maría doallo OURENSE / LA VOZ

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Agustín Cantón, escoge la calle Juan XXIII, frente a las Galerías Lido
Agustín Cantón, escoge la calle Juan XXIII, frente a las Galerías Lido Miguel Villar

El joyero instalado en las Galerías Lido de la capital lleva más de cuarenta años en la profesión

01 nov 2021 . Actualizado a las 12:55 h.

El ourensano Agustín Cantón (Pereiro de Aguiar, 1962) afirma que podría resumir su vida en base a sus dos pasiones: la familia y la joyería. Sus padres, uno natural de la aldea de Cortiñas, en Pereiro, y la otra de la de Vilaboa, en el mismo municipio, emigraron a Venezuela. «Allí me fabricaron, aunque yo nací en Vilaboa. Luego volvieron y yo fui con ellos. Tenía 7 años», confiesa. De esa etapa recuerda el ahínco de su familia, el afán de superación, la apuesta por sacar un negocio adelante. Agustín volvió a Ourense con los 13 ya cumplidos. Se mudaron a vivir a una casa en Mende. Pronto se dio cuenta de que lo suyo no era estudiar y con 16 años ya solo tenía ganas de trabajar.

Encontró su profesión, su «sitio en el mundo» como él dice, por casualidad. «Le llevé a mi padre un aparato a arreglar a un negocio que había en las Galerías Lido. Al lado estaba un taller de joyería, el Fidel. Entré y le pregunté si no le vendría bien un aprendiz. Me dijo que sí», cuenta. Y hasta hoy. Era 1978. El trabajo iba evolucionando con su aprendizaje. Cobraba según las reparaciones que conseguía hacer y así fue mejorando poco a poco. «Yo quería trabajar y me daba igual que fuese en este o en cualquier otro empleo», admite. Aunque no tardó mucho en descubrir que era bueno con las joyas. «Al principio no daba pie con bola pero fui descubriendo que encajaba. Desde el primer día me encantó el oficio. Siempre he sido una persona muy manitas y aquí me di cuenta de que también tenía mucha paciencia. Creo que esa es la combinación elemental para hacer bien este trabajo. Si le sumas tener vista, está hecho», explica Agustín. Por entonces cumplía su jornada en el Taller Fidel y luego hacía sus pinitos en casa.

En 1989 se independizó. Abrió su propio negocio en un local en las mismas galerías de la calle Juan XXIII. «Tenía el ejemplo emprendedor en mi casa y supe que era el momento», afirma. «Fidel me ayudó muchísimo con todo. Respetó cuando me quise establecer por mi cuenta. Él fue quien de alguna manera cultivó en mí esta pasión», agradece este ourensano. En su taller, Agustín Cantón llegó a tener contratados hasta tres empleados. Pero eso fue en los noventa, una época dorada para la joyería. «Había muchísimo movimiento en el sector. Por entonces las joyas se llevaban. Era el regalo perfecto, el más especial y también el que más se repetía», recuerda. Él mismo optó por las joyas para conquistar a su esposa, Rosa María Fernández. «En mi caso era natural. Cuando empezamos a salir le hacía pequeñas sortijas que todavía conserva hoy. A Rosa le encantan las joyas, a mí me deslumbró ella desde la primera vez que la vi», cuenta. Fruto de ese amor nacieron Ismael y Natalia. Los dos viven fuera y cada vez que vienen a Ourense, les toca una visita al taller de su padre. Por allí gateará muy pronto su primer nieto, recién nacido. «Mi gran afición es estar con mi familia. Vivo para ellos y viceversa. Siempre estamos juntos, conectados y compartiendo el tiempo», explica.

Cuarenta años entre joyas

En más de cuarenta años en la profesión, treinta y dos ya establecido en su propio negocio, por las manos de Agustín han pasado las joyas de varias generaciones de ourensanos. «Sin ir más lejos esta semana vino una chica para arreglar una pulsera y me dijo que su abuela ya dejaba aquí sus cosas», dice.

En estos años ha hecho de todo: reparar, rehacer o crear. De unos pendientes antiguos puede sacar una gargantilla nueva, pero también diseñar unas alianzas desde cero. Todavía recuerda cuando en Juan XXIII se aparcaba en batería. «La calle tenía un enorme transcurrir de gente y en las Galerías Lido no quedaba ni un solo local libre», cuenta. Ahora el suyo y otro son los únicos que están ubicados en ese lugar. ¿Y cómo ha evolucionado la joyería? «Hemos tendido al abaratamiento, a hacer las piezas huecas, mucho más sencillas y básicas», lamenta Agustín. «Todo lo que tengo se lo debo a las joyas. Son un símbolo de distintas vivencias, representan momentos y personas, y no deberíamos dejar que se perdiese ese romanticismo que llevan implícito», termina.

«He llegado a hacer una cajita de oro para guardar un cordón umbilical»

El ourensano Agustín Cantón repara y crea piezas en oro y en plata. Pero por sus manos han pasado todo tipo de piedras preciosas. Recalca que no es gemólogo pero a base de verlas de cerca ha aprendido mucho sobre ellas. «Las he tenido cientos de veces en mis manos. Al final el ojo se acostumbra a diferenciarlas», concede. Lo que más le gusta de su trabajo es la parte creativa: «Reciclar joyas viejas, desgastadas, y darles una segunda vida me gusta. Pero siempre he disfrutado muchísimo cuando el cliente te da libertad para diseñar la pieza». Entre las peticiones que ha recibido hay varias muy peculiares. «He llegado a hacer una cajita de oro para guardar un cordón umbilical y un joyero para cenizas», dice. Incluso ha soldado dientes de oro.

DNI

Quién es. Nació en 1962 en la pequeña aldea de Vilaboa, en Pereiro de Aguiar. De los 7 a los 13 años vivió en Venezuela junto a sus padres. De regreso a España, se establecieron en la zona de Mende. Allí cursó sus estudios en el colegio público hasta que con 16 años decidió empezar a trabajar. Lo hizo en el taller de joyería Fidel, situado en un local de las Galerías Lido. Once años después se estableció por su cuenta en un establecimiento de esas mismas galerías.

Su rincón. Se queda con la calle Juan XXIII de la capital ourensana y con las Galerías Lido. Allí descubrió su amor por las joyas y desarrolló su carrera. «Es donde empecé mi vida profesional y supongo que la remataré aquí, al menos eso es lo que me gustaría», afirma.