Florentino Taín, alpinista ourensano: «Si estoy planeando un viaje a otro país miro a ver qué montañas tiene»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Florentino Taín Guzmán, alpinista ourensano
Florentino Taín Guzmán, alpinista ourensano Agostiño Iglesias

Taín se encuentra en las alturas de la cordillera del Pamir, en Asia Central, donde llegó a la cima del pico Lenin

22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El azar fue tan caprichoso que Florentino Taín Guzmán (Cardona, Cataluña, 1969) nació casi a los pies de la montaña y el paso de los años le llevó a subirlas. «Todo fue en un viaje de mis padres, de vuelta a Galicia. Eran profesores en Cataluña y les cogió el parto durante una tormenta de nieve. Y por suerte, entre la niebla vieron un letrero que indicaba el hospital más cercano», cuenta.

El avance del tiempo, además de orientarle a la naturaleza, también derivó en que siguiese la estela de sus padres en la docencia, porque Taín es profesor en el IES As Lagoas, en la ciudad de Ourense. Cuando no está frente a sus alumnos, mira hacia a las alturas.

—¿Ha cambiado la pandemia la perspectiva de la montaña o es algo pasajero?

—Para esto hace falta una constancia. Habrá que ver si subió el número de socios en los clubes. Yo creo que aumentará, pero somos animales de costumbres.

—¿Qué le llevó en su infancia a coger la mochila?

—Yo tengo recuerdos de viajar con mi familia por toda España. Soy un niño de los setenta, y la gente de aquella época no paraba de moverse con su seiscientos. Siempre de un lado a otro, caminando por todos los rincones. Es algo bastante generacional, porque incluso los que no iban al monte se marchaban por ahí con su mochila. Yo decidí ubicarme caminando, escalando y esquiando. En mi cabeza, cuando pienso en hacer actividades, lo hago con el foco puesto en la montaña. Si planeo un viaje a otro país, a menudo suelo mirar a ver qué montañas tiene.

—¿Pensó en algún momento en hollar los picos de ochomiles?

—Nunca se sabe, pero prefiero usar mi dinero en recorrer una montaña perdida. Habiendo tantos sitios que visitar, en la Patagonia o Canadá, donde puedes estar varios días... Eso me atrae más que los ochomiles. Tuve una lesión a los 30 años que me apartó un poco de ese mundo, también una niña pequeña... Como retos deportivos, el alpinismo y la escalada tiran mucho. En mi caso, sustituí el mundo de los ochomiles por caminar, por ejemplo, por Canadá. Irse unos días, solo, con una mochila, es increíble.

—¿En qué cumbres ha estado?

—En Europa, por ejemplo, en los Alpes. Entre Italia y Suiza, a mediados de los noventa. También me fui en el 2002 a Perú, al pico Alpamayo, de casi seis mil metros. En Norteamérica estuve en las Rocosas canadienses, en el monte Assiniboine, situado justo en el vértice entre la Columbia Británica y Alberta y de 3.600 metros.

—¿Qué pasa por la cabeza de un profesional cuando se complica el llegar a la cima y la única opción es dar marcha atrás?

—Normalmente, cuando tomo la decisión de bajar, aunque cometa un error y eso me pueda fastidiar, no lo dudo. Lo hago y ya está. Procuro siempre ver el lado bueno de mi acción, porque hay que disfrutar todo lo posible de las pequeñas cosas. Del día a día. Si la determinación que tomas no es acertada, lo que debes hacer es asumir que la tomaste así y nada más.

—¿El potencial de escalada deportiva y senderismo en Galicia aún está por explotar?

—Quizá tenemos una característica un tanto particular: nos cuesta en invierno. Lo notamos mucho en el club de montaña. En los grupos de senderismo, por ejemplo, despertamos más en primavera. A grandes rasgos es un problema de luz, porque es lo que manda.

—¿Qué zonas captan su atención?

—En los setenta, por poner un caso, mi hermano y yo fuimos a acampar a la zona de Os Ancares siendo adolescentes. Era otra época, con mochilas más pesadas y desde entonces mucho de eso ha cambiado también. Pero veías gente, al igual que ahora, incluso en épocas de nevadas. En general, me gustan Pena Trevinca y Ancares. Y hay otra cosa que, poco a poco, va interesando más en lo tocante al senderismo, que es el Camiño dos Faros, recorriendo la Costa da Morte. Es cuestión de que este mundillo se mueva.

«La escalada deportiva merecía ser olímpica. Se desarrolló mucho desde los noventa»

Los últimos Juegos Olímpicos, celebrados en Tokio, supusieron el debut oficial de la escalada deportiva en una cita de estas características. El cacereño Alberto Ginés, que cumplirá 19 años el próximo mes de octubre, se alzó con la medalla de oro tras toda una vida de peregrinaje lejos de su tierra natal en busca de instalaciones para entrenarse.

En Ourense, el pabellón municipal de Os Remedios acoge un rocódromo donde, desde edades muy tempranas, se fomenta la participación de los pequeños para conocer un deporte que va al alza. La instalación, cedida por el Concello, suele estar abierta en horario de 20.00 a 21.30 horas de lunes a viernes.

—¿Cómo valora la aparición de la disciplina en un escaparate como los Juegos?

—Creo que es un deporte olímpico perfecto. Merecía serlo. Implica una mezcla de coordinación, fuerza y velocidad. Es fácil de ver y se ha desarrollado muchísimo desde la década de los noventa. Se han hecho cosas bien, con preparación desde equipos de base regional.

—¿El interés por este deporte ganó peso durante el confinamiento?

—Yo creo que la cosa ya venía desde antes de la pandemia. Lo que se debe fomentar es el valor del medio natural para la gente. Veríamos a más gente apostando por estas disciplinas.

—¿Y en lo referente a Galicia? ¿Hay posibilidades para desarrollar el talento local?

—Hay interés por la escalada deportiva en Galicia, y miles de personas que se mueven entre albergues y furgonetas buscando este tipo de deporte. Se van haciendo rocódromos poco a poco y lo que a mí me viene a la cabeza es cuando, hará unos veinte años, me compré un mapa de Francia con todas las escuelas que había por ayuntamiento.

La superación de Florentino: hacer cumbre en el pico Lenin

Taín, que ostenta la vocalía de alpinismo en la Asociación de Escaladores Ourensáns (Asesou), de la que fue uno de sus fundadores, es técnico deportivo de alta montaña y también en descenso de cañones. Se esmera por contar su experiencia vital a todos aquellos que sientan atracción o inquietud vital por la montaña.

En el año 2015, por ejemplo, participó en la Semana Audiovisual del Club Alpino Ourensán para relatar sus 400 kilómetros en solitario recorriendo el John Muir Trail, un sendero de larga distancia en la cordillera de Sierra Nevada del estado norteamericano de California.

Estos días se encuentra en el continente asiático, con una hoja de ruta que contempló un primer paso en un vértice que conecta las fronteras de China, Kazajstán y Kirguistán, el Khan Tengri, por encima de los siete mil metros. Que escogiese estas latitudes tiene su explicación: desde Asesou le concedieron una beca de ayuda para realizar una expedición por las elevaciones montañosas de la región.

A inicios de agosto, tras una preparación previa en el Macizo Central de los Picos de Europa, puso rumbo a Asia e inició su camino para llegar a la cumbre del pico Lenin, ubicado en la cordillera del Pamir y a 7.134 metros de altura entre dos repúblicas integradas antaño en la Unión Soviética, Tayikistán y Kirguistán. Logró su objetivo hace seis días. «Si hay un ejemplo de motivación, constancia y resiliencia, ahí está Tino. Es un orgullo para el deporte ourensano y gallego», señalan desde Asesou.

—¿De dónde venía su interés por las montañas de Asia Central?

—En agosto del año 2019 fuimos con la intención de realizar nuestra primera ascensión al Khan Tengri y, de hecho, la llegada al campo base fue por el aire, en helicóptero. Es una zona con muy poco espacio. Hubo una confusión con las fechas de recogida del campamento y nos quedamos sin poder subirlo.