Luces y sombras en la acción contra la simbología que dejó el franquismo en Ourense

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

La rúa Caudillo es la arteria principal en la localidad ourensana de Beade, donde gobierna el popular Senén Pousa
La rúa Caudillo es la arteria principal en la localidad ourensana de Beade, donde gobierna el popular Senén Pousa AGOSTIÑO IGLESIAS

Concellos como Xinzo de Limia abordaron esta cuestión en el último mes, pero aún hay cuentas pendientes en otros municipios

18 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En la ciudad de Ourense, quizá inadvertidas, sobreviven antiguas placas del Instituto Nacional de la Vivienda (INV) acompañadas del yugo y las flechas de Falange. Para muchos vecinos, desde su infancia, siempre han estado ahí. En las inmediaciones del campo municipal de O Couto, también en barrios como Covadonga y O Polvorín o en la calle Florentino Cuevillas. Es solo una parte del legado franquista que pervive en la provincia, donde el caso de la rúa Caudillo, en Beade, suele estar sobre la mesa cuando se estimula el debate sobre la memoria histórica. «A rúa Caudillo non ten nome algún. Non se refire a ninguén en concreto. Caudillos houbo moitos», defendía hace cuatro años el regidor.

Hay, en todo caso, más vestigios de la dictadura entre el callejero, fuentes y edificaciones de otros concellos. Por ejemplo, en Xunqueira de Ambía, donde está la plaza Primo de Rivera. O en Bande, con la rúa Alférez Provisional, que alude a un cargo militar creado por los sublevados en los primeros meses de la Guerra Civil. No es la única localidad ourensana donde esta placa está visible a ojos de los transeúntes, porque también existe en la capital, a un paso de Progreso. Según el sociólogo Manuel Monge, que recopila denuncias alusivas al tema, hay algo más de medio centenar de símbolos repartidos por toda la provincia.

Su retirada, sin embargo, va dando pasos en forma de goteo. En Xinzo de Limia, hace poco menos de un mes, el Concello abordó su penúltima cuenta pendiente en las casas de la antigua praza de San Sebastián —ahora Santa Mariña—, edificaciones erigidas a finales de los sesenta donde existían inscripciones del franquismo. Fueron sustituidas. Los avisos, generalmente, llegan a través de particulares o trabajadores municipales. «Queda simbología en la fuente en un pueblo, Novás. Y llegó la placa este lunes», dice Elvira Lama, la alcaldesa limiana.

A mediados de julio, el Consejo de Ministros aprobó el texto definitivo de la ley de memoria democrática que llevará a las Cortes. Hay diferencias con respecto a la que se aprobó durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en el año 2007, porque, ahora, en el apartado de retirada de símbolos y sanciones sí se contemplan multas económicas en función de la gravedad de la infracción. «Aquella ley no fue fácil de conseguir, y hay que tener eso en cuenta, porque la oposición fue dura contra ella. Entiendo que la de ahora debería representar un cambio más profundo, un paso adelante con respecto a lo que había antes. El mundo y los tiempos han cambiado. La crisis económica cambió a todos, y la ley había que reforzarla», sostiene Emilio Grandío, profesor titular de Historia Contemporánea en la USC.

La praza Alférez Provisional está situada en la ciudad de Ourense, a un paso de Progreso
La praza Alférez Provisional está situada en la ciudad de Ourense, a un paso de Progreso BRAIS LOUREDA

La necesidad de que el pasado sea útil para el presente

El ejemplo de la simbología existente en los edificios sociales de O Couto (Ourense) expone el autobombo publicitario de Falange durante los años de la dictadura. «El Ministerio de la Vivienda hacía una barriada con casas que entregaba a familias desfavorecidas, o con muchos hijos. Esos símbolos formaban parte de su propaganda. Si eso lo trasladamos a nuestros días, una inmensa mayoría de gente los ha naturalizado», explica Julio Prada, historiador y profesor en el campus de Ourense.

Prada expone una de las múltiples maneras de actuar a escala municipal para gestionar ese «patrimonio incómodo», como él lo denomina, a la vista del público. «Paseando por la parroquia de Bretelo, en Chandrexa de Queixa, me encontré con una fuente que se hizo en los años cincuenta, con un escudo de Falange que apenas se leía. Ahora, lo sustituyeron por una placa del propio Concello. La gente que se para a coger agua, generalmente, no se detendría a leer la antigua inscripción, pero taparla y olvidar que aquello representó lo que representó me impide hacer una enseñanza a las generaciones de hoy sobre qué implicó», concreta. Es decir, que borrar las huellas del pasado puede llevar a que no se aprenda de él en el presente, perdiendo así una oportunidad de pedagogía.

En Amoeiro, con gobierno socialista y donde ostentaba la alcaldía Rafael Rodríguez Villarino, abogaron hace siete años por acompañar los símbolos fascistas con placas que denuncian «la propaganda de la dictadura». Hoy, con José Luis González al frente, la apuesta se mantiene: «No la modificaremos».

Julio Prada estima que la ley de memoria democrática que irá a Cortes «opta claramente por las vías de la eliminación de símbolos y resignificación, y es mucho más avanzada que la anterior en lo referente a obligatoriedad, pero seguirá teniendo flecos. Lo que también es cierto es que, en la del 2007, los municipios tenían múltiples vías para escaparse de la exigencia, como en el caso de Beade».