El Club Alpino Ourensán cumple 50 años de vida: «Empezó siendo un pasatiempo por la amistad de unos cuantos»
19 mar 2021 . Actualizado a las 10:04 h.Beatriz Heras, de 88 años, recuerda que en la década de los sesenta aún no había pantalones para las mujeres que hacían rutas de montaña. «Llegó después. De aquellas había muchas chicas que iban en falda. De hecho, los primeros pantalones que tuve yo para las travesías fueron hechos a base de unos que eran arreglos de los de mis hermanos», dice.
Heras lo cuenta revisando álbumes con fotografías en blanco y negro en la sede del Club Alpino Ourensán, que este lunes cumple 50 años de vida tras haber tomado el testigo del antiguo Club Pena Trevinca en el año 1971. La esencia, pese al cambio de denominación por motivos federativos, sigue siendo la misma. «No es una entidad con ánimo de lucro. Totalmente al contrario. Lo que se busca es transmitir de generación en generación los conocimientos de las personas que están dentro de ella. Compartirlos con los más jóvenes», explica Mar Pallás, la actual presidenta. «Empezó siendo un pasatiempo por la amistad de unos cuantos», agrega Heras.
Entre esos cuantos figuraban apellidos como los de las familias Villalba, Redonet, Tovar, Gurriarán o Senra. «¡No quisiera olvidarme de ninguno!», dice Beatriz tras enumerarlos. Ella aún conserva su primera ficha como socia y también recuerda cuál fue su debut en una ruta de calado: desde Montederramo rumbo a San Mamede, con una imagen gélida no muy diferente a la de este último invierno en las alturas donde se sitúa la ermita.
Fue bastantes años más tarde, ya en los momentos previos a formalizar el Club Alpino Ourensán, cuando lograron disponer de un refugio en Cabeza de Manzaneda, conocido como Pena do Caldeiro, antes incluso de que la estación invernal arrancase su andadura. Fue una cesión de terrenos de la Mancomunidad de Montes de la comarca lo que facilitó aquel paso adelante. «La idea era que fuese por un siglo y a cambio de una cantidad simbólica: cien de las antiguas pesetas. Se construyó el refugio en la parcela sin ánimo de lucro y lo que hacíamos era desplazarnos casi cada fin de semana de invierno y llevábamos nuestra comida allí», dice Heras. En su primera excursión al pico recibieron la ayuda del padre Silva, que les facilitó un autobús de la Ciudad de los Muchachos para poder desplazarse. Y como en toda aventura en sus principios, hubo obstáculos. «Nos quedamos anclados en el barro», recuerda Heras. Pero pudieron las ganas y también el interés por la montaña, donde llegaron a poner en marcha un telebaby, similar a un telesquí pero enfocado para niños.
Eran los años del bum del esquí. «Había mucha gente que estaba encantada porque se quería llevar una foto de recuerdo», dice Ignacio de Rafael Ramos, espeleólogo y bombero municipal en la ciudad de Ourense. Él también es socio del Club Alpino, que engloba varias disciplinas deportivas que van más allá de la montaña y la nieve. Ramos, que ha llegado a explorar simas del Cáucaso como la famosa Krúbera-Voronya (Georgia), también conoce al dedillo las profundidades de cuevas en la serra de Enciña de Lastra e incluso los Picos de Europa. Porque en el Club Alpino Ourensán hay quien se lanzó a otras latitudes para coronar otras cimas. «Paco Martínez seguramente fue uno de los primeros, sino el primero en la década de los setenta», dice Ignacio. En el currículo de Martínez figuran varias alturas de más de 4.000 metros en los Alpes ya en el 1971.
Precisamente los Alpes están en la hoja de ruta del Club Alpino por su medio siglo de vida. La pandemia también ha obligado a que la entidad eche el freno de mano con los actos que ya tenía previstos, pero la ilusión por reactivarlos no se pierde. «En fechas muy marcadas como es este aniversario intentamos dar un pasito más. Nos gustaría hacer un campamento, sea en los Pirineos o los Alpes. Con las idas y venidas por la situación sanitaria sabemos que será complicado, pero no se sabe todavía qué pasará», razona Mar Pallás. Pero además de subir montañas, si el covid-19 lo permite, también contemplan bajar a las entrañas de la Tierra. Barajan otro campamento especial de espeleología a escala gallega, con la Cova del Rei Cintolo (Mondoñedo) como una posible opción para ejecutarlo. «Aunque, una vez más, con la que está cayendo, está por determinar», incide Pallás.