Reencuentros en las residencias: «Ante nuestros mayores hay que mostrar entereza, por ellos»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

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Elisa y Marina, hermanas, se vieron este jueves en la residencia Las Salinas, de Ourense
Elisa y Marina, hermanas, se vieron este jueves en la residencia Las Salinas, de Ourense Santi M. Amil

Usuarios de Nuestra Señora de la Esperanza o Las Salinas recibieron ayer visitas de familiares a los que hacía tiempo que no veían

19 feb 2021 . Actualizado a las 09:08 h.

Elisa y Marina Álvarez son uña y carne. De inicio, se entiende porque son hermanas. «Pero hablamos de un caso particular, porque Elisa es una persona que ha sido crucial en su vida», explica Mayra Rey, integradora social de la residencia Las Salinas, a las afueras de Ourense. Marina, usuaria del recinto, recibió ayer a su hermana prácticamente como siempre desde hace unos meses. «Ella está lúcida y se encuentra bien. En Las Salinas es prácticamente como una más de la familia», dice Elisa.

Para ella, acudir prácticamente todas las semanas a la residencia ha sido lo habitual desde que se habilitó el acceso de un familiar a la semana, así que eso alivió el apagón de los encuentros físicos durante la primera ola de la pandemia. «Hablábamos por teléfono, pero no es lo mismo. Las sensaciones no son iguales, ni para nosotros ni para ellos» Marina llegó hace siete años a Las Salinas, «y ella estuvo siempre en su casa, que es donde le gustaba estar, pero tuvo unos problemas físicos y decidimos que viniese aquí, porque está cómoda y la tratan genial».

Que ayer era un día especial lo explicaba Isabel Iglesias, una vecina de O Couto que acudió a la residencia Nuestra Señora de la Esperanza a visitar a su suegra, Artemia. El último año no fue el mejor para ambas. El marido de Isabel falleció y ella sacó toda su fuerza para cambiar el chip y seguir adelante. Ante Artemia, el mensaje era idéntico: abogaba por mostrar fortaleza. Pero no solo por ella, sino para insuflar algo de energía a quien tenía enfrente. «Hay que tener una cosa clara en todo esto, y es que la vida sigue. Ante nuestros mayores hay que estar enteros, por ellos. Para que lo lleven mucho mejor», contaba. Sin la posibilidad del contacto que brinda un beso o un abrazo, quedó al menos la sensación de que se recuperaba la cercanía. A dos metros de distancia, eso sí. «Estuve prácticamente un año sin verla. Antes del confinamiento domiciliario de la primera ola había venido a la residencia en un par de ocasiones, pero después fue imposible. Cuando relajaron un poco las pautas durante el verano, volví. Pero en realidad, habrán sido entre una o dos veces en todo este tiempo. Creo que no más», cuenta.

Artemia e Isabel, durante la visita de la segunda en Nuestra Señora de la Esperanza
Artemia e Isabel, durante la visita de la segunda en Nuestra Señora de la Esperanza

Cuenta Isabel que el rostro de Artemia mostraba alegría al verla delante. «Por motivos de salud, ella tiene sus días. Pero cambia mucho la cosa al verse en persona, no es lo mismo que cuando estás obligada a estar tirando de videollamadas. La vi bien de aspecto, y eso que ya tiene 93 años», razona.