Es triste, pero no hemos aprendido nada

Rubén Nóvoa Pérez
Rubén Nóvoa DESDE MI BARRIO

OURENSE CIUDAD

24 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Seguro que lo recuerdan. Estábamos todos encerrados en casa en el más duro confinamiento y en las televisiones se afanaban en salir expertos de aquí y de allá -siempre me ha pasmado la facilidad que tiene la gente para pasar de ser un reputado contertulio en cuestiones tan dispares como puede ser, por poner dos ejemplos, el covid y el Procés catalán, en función de la actualidad- asegurando que una de las lecturas positivas que nos dejaría la pandemia es que todos, como por arte de magia, nos volveríamos más solidarios, más responsables y que valoraríamos más las pequeñas cosas. Pues ya ven. Va a ser que no, que la pandemia no obrará el milagro y que seguiremos cayendo en los mismos errores.

Aquí estamos en pleno tsunami de la tercera ola con unas cifras de contagiados nunca vistas en Ourense por la irresponsabilidad generalizada de la sociedad durante las Navidades. Había unas indicaciones muy claras. Podrían gustar más o menos. Podrían parecer lo suficientemente duras o muy laxas, pero lo cierto es que si se hubieran cumplido ahora no estaríamos donde estamos.

Tienen razón los médicos cuando dicen que no les hemos hecho ni puñetero caso. También en que lo mejor, dadas las circunstancias, es autoconfinarse y salir lo necesario para que el tejido productivo y social no se vaya definitivamente a pique. No queda otra. La fuerza de los contagios e ingresos nos va empujando a todos a quedarnos en casa. Porque, si les soy sincero, tengo la convicción de que lo único que hace respetar a los ciudadanos las normas impuestas es el miedo. Eso o el confinamiento estricto, donde la trampa y la picaresca apenas tienen margen de maniobra. No hace falta más que darse una vuelta por la ciudad para ver que sigue habiendo irresponsables ante una mayoría silenciosa que cumple con las indicaciones.

Lo peor de todo es que cuando salgamos de la tercera ola, si las vacunas no lo impiden antes, habrá una cuarta. Y nos daremos cuenta de que hemos vuelto a tropezar en la misma piedra. Es desolador, pero es la realidad. De nada nos sirve que los médicos, que son los que están en primera línea y que no tienen que responder ante ninguna sigla política según sople el viento del arco parlamentario, nos avisen de que la pelota que se está formando puede poner en jaque al sistema sanitario.