«La prisión de Pereiro fue pionera en muchos programas de tratamiento»

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

Juan Carlos Salvador vivió los primeros años de una cárcel «siempre abierta a la sociedad»

24 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Recién estrenada la década de los noventa desembarcó en Ourense cargado de ilusiones Juan Carlos Salvador Rodríguez. Con apenas treinta años y tras haberse forjado durante los dos años anteriores en la prisión de Cáceres, se integró en el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar como jefe de servicio. Aquello sería el inicio de una etapa profesional que lo mantuvo vinculado a ese recinto durante dos décadas, pero también el arranque de un nuevo escenario vital del que ya nunca más quiso desvincularse.

«Mi mujer, que es de Cáceres, se vino a Ourense y aprobó una oposición, así que uno de los dos tenía que moverse porque entonces yo estaba en Extremadura», recuerda para esta entrevista. Fue él quien decidió dar el paso. «Concursé a la prisión de Ourense y me dieron la plaza, así que me trasladé a esta ciudad y ya nunca me marché», ríe, poniendo en valor su forma de ver la vida: «Siempre primé la familia ante cualquier otra cosa».

Y así fue como vivió los complejos años en los que el recinto penitenciario, inaugurado a finales de los años ochenta, arrancaba. «Tuvimos que poner en marcha la prisión casi desde cero, de la nada. Fueron unos años de trabajo tremendo, sobre todo cuando era subdirector. El horario era mañana, tarde y noche, siempre pendiente del busca porque nos llamaban a cualquier hora», asegura, valorando también lo apasionante del momento, en el que «hicimos un montón de cosas».

Asegura Juan Carlos que en la trayectoria de la prisión, en la que primero ascendió a subdirector y después a director, siempre quedó la estela del primer gestor. «Tenía el espíritu que le infundió Ignacio Bermúdez, que le dio un toque especial con el que luego supimos continuar los que llegamos más tarde, siempre queriendo mantener una cárcel abierta a la sociedad», asegura, reconociendo que aquellos «fueron años en los que tuvimos que trabajar a veces contracorriente, porque había muchos obstáculos. La prisión fue pionera en muchos programas de tratamiento y algunos de ellos bastante incomprendidos en los primeros momentos».

Recuerda, en concreto, el de intercambio de jeringuillas. «Suscitaba un montón de recelos», asegura. Y es que en aquellos tiempos admitir que en la cárcel había droga y poner en marcha medidas para paliar los contagios de sida u otras enfermedades provocadas por el uso compartido de jeringas era demasiado. Pero en Pereiro se cogió el toro por los cuernos. «Se abordó el tema con absoluta honestidad; dentro de la prisión había droga porque entraba y porque siempre entra, de una u otra manera; sabíamos que había gente que se pinchaba incluso con bolígrafos y que eso iba a seguir pasando, así que se pensó que lo mejor era facilitarles jeringuillas nuevas». Y la cosa funcionó, pese a las trabas, porque a día de hoy aquel programa sigue vivo en las prisiones.

«Yo, personalmente, creo que hay un antes y un después en la historia de las cárceles modernas con Mercedes Gallizo», asegura Salvador, que recuerda el paso de esta mujer por la dirección general de instituciones penitenciarias como un punto de inflexión. «Ella puso a funcionar programas, innovó en un montón de cuestiones», asegura, al tiempo que reconoce que «para mí la etapa de director fue ilusionante y enriquecedora a nivel personal».

En 2011 cerró un ciclo cuando lo nombraron inspector territorial de Galicia, un cargo que le supuso un cambio radical porque tenía que viajar mucho a Madrid, pero poco después pasó algo inesperado. «Me detectaron un tumor complicado en un riñón», explica, admitiendo que «soy plenamente consciente de que la vida me ha dado una segunda oportunidad porque eso pasó hace diez años». A raíz del tumor los oncólogos le dijeron que tenía que cambiar de vida y volvió a la ciudad de As Burgas, al servicio de gestión de penas, como director de programas. «Tenemos en marcha un servicio muy bueno, de los mejores de España», asegura.

La vida es ahora para él «sencilla y ordenada» aunque debido al covid-19 y a las complicaciones que ha provocado en su trabajo, no ha podido todavía «compensarle a mi mujer todas las horas que le debo». Todo llegará.

«Es un privilegio el paseo del Miño, pero está muy desatendido»

En un momento personal en el que la calidad de vida es lo que más valora, así lo admite, Juan Carlos Salvador dedica tiempo a una afición que tiene desde niño: la ornitología. «Iba con bastante frecuencia al parque nacional de Monfragüe, en Cáceres, a las lagunas de Villafáfila, y también a la zona intermareal que hay entre el Grove, Umia y la Lanzada, es una zona Zepa», cuenta. Ahora que la libertad de movimiento está restringida por la pandemia, el paseo de las ninfas es su refugio diario. «Se ven muy bien los cambios de estación, las aves que van y vienen, y un montón de especies que pasan desapercibidas pero que están ahí. Yo voy casi a diario, tengo unos prismáticos pequeños para no llamar mucho la atención», explica. «Creo que es un privilegio tener ese paseo tan interesante bordeando el Miño, habrá pocas ciudades en España que lo tengan, pero hay que decir que está casi siempre muy descuidado y desatendido», lamenta.

DNI

Quién es. Nació en 1961 en Zamora. Tras vivir en Salamanca y Cáceres, llegó a Ourense en 1990.

Profesión. Estudió la carrera de Derecho en Salamanca y al licenciarse aprobó la oposición del cuerpo especial de Instituciones Penitenciarias.

Su rincón. El paseo de las Ninfas. «Soy aficionado a la ornitología desde muy joven y esa zona te permite ver muchas especies de aves que pasan por Ourense. Es un paso único que debería estar más cuidado».