«Pásase moi mal ao ver que faltan mans para asear ou darlle a medicación aos maiores»

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Leticia Carreira trabaja en la residencia Nuestra Señora de la Esperanza de Ourense
Leticia Carreira trabaja en la residencia Nuestra Señora de la Esperanza de Ourense MIGUEL VILLAR

La Fundación San Rosendo creó varios equipos con personal de sus centros para apoyar a residencias en apuros

03 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En marzo nadie sabía nada (o casi nada) del coronavirus. Tampoco los trabajadores de las residencias de mayores, que tuvieron que ir aprendiendo sobre la marcha cómo manejar la situación cuando el virus se colaba entre las paredes del centro, comenzaba a provocar bajas entre los compañeros y ponía a muchos mayores al borde de la muerte. En algunos casos (demasiados) les tocó también acompañarles en ese último suspiro, ante la prohibición de dejar entrar a las familias.

No es un trabajo fácil y nadie niega que hubo momentos muy duros. Pero hay quien asegura que aún con todo lo vivido «medo ningún, respecto todo». Habla así Leticia Carreira, auxiliar gerocultora en la residencia Nuestra Señora de la Esperanza en Ourense. Al menos en ese centro está su puesto de trabajo, aunque hace meses que se desplaza junto a otras tres compañeras y la directora para prestar apoyo en otras residencias de la Fundación San Rosendo que están en apuros.

La llegada del virus a la Esperanza «vivímola con moito medo». Era el mes de marzo y poco se sabía del virus, de cómo se comporta y de cómo evitar contagios. «Viámolo de lonxe e cando o tivemos na porta véusenos o mundo enriba. Iso si, tiñamos claro que íamos saír adiante e non pensabamos no malo», rememora. Dice que fue muy duro, porque muchos compañeros se contagiaron y en primer momento vieron la plantilla muy mermada para hacerse cargo de todos los residentes. «De 90 [traballadores] que somos, igual quedamos 20 ou así pola mañá e 12 pola tarde», señala. Cuando llegaron los refuerzos, ya estaba la situación «encamiñada». Para llegar a ese punto les tocó espabilarse rápido. «Tiven que aprender a mirar a saturación, a poñer osíxeno, a cambiar o soro...», relata.

Leticia fue uno de los 35 trabajadores que respondió a la búsqueda de San Rosendo de voluntarios para crear equipos de apoyo a residencias con casos de covid-19. A todos los trabajadores, y en especial a ese grupo de 35, quiso hacer un reconocimiento especial el presidente de la Fundación San Rosendo, José Luis Gavela, en la presentación de la memoria del 2020.

Leticia dijo sí «por axudar aos demais, porque sei o mal que se pasa; sei do agobio que sentíamos ao ver que faltaban mans para asear aos maiores, para darlles a medicación. Era necesario facelo, ao igual que a nós nos gustou que nos viñeran axudar, para que as compañeiras doutras residencias non se sentiran soas». No solo echan una mano, sino que les ayudan a aprender las técnicas del nuevo trabajo diario: desde a separar la ropa o la basura a cómo asear a un positivo.

Surgió así el equipo Esperanza, como se las conoce -por su procedencia y por el estado de ánimo que imprimen a las residencias en apuros cuando llegan-. Su primer destino fue O Incio, adonde llegaron el 23 de agosto. Se fueron el 11 de septiembre, el día del 29 cumpleaños de Leticia, que como sorpresa recibió la noticia de que se había contagiado. «Non teño nin idea de como me puiden contaxiar, porque tiñamos Epi, gafas, de todo... Non sei se por vivir na residencia ou ter as defensas baixas... Fun totalmente asintomática. Estiven 10 días illada na casa, despois din negativo e reincorporeime», señala.

Mientras ella hacía cuarentena, sus compañeras de equipo (que ya se habían contagiado en el primer brote en La Esperanza) estuvieron ayudando en la residencia de Nosa Señora do Viso en Lobeira. Ella no pudo ir, pero estaba lista cuando tocó echar una mano en la de Os Gozos (en O Pereiro de Aguiar) y, más tarde, en la de Boqueixón. A principios de diciembre fueron también el equipo encargado de cuidar a las 15 monjas de la residencia de estudiantes (este curso vacía) Santa Marina de Ourense, que se contagiaron y ya han negativizado.

El equipo Esperanza está estos días de libranza, para reincorporarse mañana a su centro. El martes, usuarios y trabajadores recibirán la primera dosis de la vacuna de Pfizer.

Leticia asegura que ella no tiene miedo; al contrario de lo que sucede en su casa. «Sempre me din que teña coidado, que me cubra ben; e ao volver póñense moi contentos, pero co medo de que reciba a chamada e volva emigrar», cuenta. Del día a día, Leticia dice quedarse con el trato con los mayores. «Gústame moito falarlles, aprender deles... os ollos cos que te miran, o cariño que dan. Sempre teñen un sorriso ou unha palabra de cariño, un ‘boas noite anxiño’», relata. Eso sí, reconoce que es muy duro «cando os ves marchar, iso é o peor». Dice que muchas familias les han agradecido que acompañasen a sus mayores en sus últimos momentos. Ella se queda con el cariño que los usuarios le transmiten, muchas veces incluso ya cuando no pueden abrir los ojos, pero estrechan su mano entre sus dedos.