«Galicia es el escenario de todo lo bueno que me ha pasado»

La Voz

OURENSE CIUDAD

Ana Feijoo, durante uno de sus veranos en Ourense
Ana Feijoo, durante uno de sus veranos en Ourense Cedida

La «influencer» Ana Politán recuerda los mejores veranos de su vida, los del pueblo

06 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era niña tachaba los días en mi agenda escolar, del David Brearley High School, hasta llegar a junio. Era el mejor mes del año porque con él comenzaba mi tan ansiado verano en Galicia. Mi vida en EE.UU. era -y fue siempre- muy bonita. Vivíamos en un pueblo típico americano. Mi colegio tenía todo tipo de canchas e instalaciones, mis amigas eran increíbles y me divertía mucho. La verdad es que allí era muy feliz pero al igual que el resto de gallegos que estuvimos fuera, lo que más deseábamos era volver a Galicia cada verano.

Mis primos y yo veníamos con la supervisión de las azafatas en vuelos directos a Santiago, para evitar problemas haciendo escala en Madrid. Nuestras madres les daban permiso para castigarnos, y alguna hasta llegó a hacerlo. Llevábamos el pasaporte colgado en el cuello; una mochila llena de pinturas y de libros; y un bocadillo de chorizo que olía de maravilla incluso sin abrirlo. En la maleta, ropa de verano de Gap, regalos para los abuelos y para los tíos y crema de cacahuete Skippy por si acaso.

Mis veranos en Ourense eran increíbles. Lo primero que hacíamos al llegar era ir al banco a cambiar los cien dólares que nos daban nuestros padres para toda la temporada aquí. Recuerdo que nos daban muchísimas pesetas, gracias al buen cambio que había en aquel momento. Me hacía muchísima ilusión ir a los «Todo a 100» y poderme comprar un montón de cosas. Lo segundo que hacíamos era sacarnos el carné de las piscinas municipales de Celanova.

Galicia es el escenario de todo lo bueno que me ha pasado. Aquí paseaba y paseaba muchos kilómetros al día, sin necesidad de tener una pulsera de actividad que los contase, y nunca llegaba cansada a casa. Aquí es donde me vicié a las telenovelas, al lado de mi abuela. Donde me enamoré y desenamoré de mis Spanish lovers. En mi pueblo, Ramirás, es donde comía de todo y nunca decía «no me gusta». Donde escribía en mi diario cada día con la intención de guardar todos y cada uno de los recuerdos aquí, porque no quería olvidarme de ninguno. Donde le perdí el miedo a los animales.

En esos veranos, comprábamos cedés y luego nos pasábamos la tarde creando coreografías para nuestros «Pueblo Concerts». En las pandillas había sitio para todos y éramos felices haciendo nada. Galicia es sinónimo de los veranos de mi infancia y era mucho mejor que cualquier hotel de cinco estrellas en Bahamas. Me renovaba y recargaba. Me hacía aprender, explorar y fortalecerme. Me dio seguridad en mí misma, me voló los miedos y me mostró una cultura nueva con la que el resto del año vivía paralelamente desde Estados Unidos. Teníamos tantas ganas de estar aquí, que cada vez que nuestros padres nos planteaban visitar otros lugares de España o de Europa, la respuesta siempre era un no rotundo.

Cruzar el charco de vuelta a Nueva York era un drama. La maleta iba llena de paquetes de Pipas Facundo, de tarros de Nocilla y de Cola Cao, y de bolsas de gusanitos. También me llevaba lágrimas, cartas de amigos y despedidas de familiares. Pero lo más triste era saber que todavía quedaban muchos días que tachar en la nueva agenda hasta volver.

Ana, en las Cíes
Ana, en las Cíes

«Creo que es el momento de volcarnos más que nunca en descubrir nuestra tierra»

Los años han pasado y, casualidades de la vida, ahora ya no tengo que venir en verano. Llevo cuatro años viviendo aquí. En Galicia. En Ourense. En casa. Trabajo como profesora de inglés en Salesianos, lo que me permite seguir manteniendo la ilusión que tenía de niña por disfrutar y planificar los veranos, en los que suelo aprovechar para conocer Europa. Este año, con la pesadilla del covid-19, será distinto. Tanto por precaución personal como por solidaridad con nuestros hosteleros, creo que es el momento de volcarnos más que nunca en descubrir nuestra tierra. Todavía no tengo nada reservado, aunque me encantaría recorrerme toda la costa gallega, desde A Guardia hasta Ribadeo. También me apetece mucho ir, porque no lo conozco, al norte de España y viajar por Asturias, Cantabria y el País Vasco.