Ubicuo Cuerda

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OURENSE CIUDAD

DANIEL GÁLVEZ

09 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Puede que cada gallego haya estado con José Luis Cuerda alguna vez en su vida. Era algo que se intuía pero quedó confirmado el martes después de su pasamento cuando todos los gallegos se pusieron a subir fotos con el creador. Conocíamos muchas cualidades suyas, incluido ese desconcertante apego por Ourense, en donde él veía mar y Albacete entre las viñas de San Clodio, pero hasta su muerte solo pudimos olfatear que entre sus superpoderes divinos, casi por encima de su ironía innegociable, estaba el de vivir en muchos sitios a la vez y manifestársele a todo cuanto gallego lo convocaba.

Si se hiciera un álbum de Cuerda en Galicia nos saldría un recorrido heterodoxo y de una sustancia a menudo esquiva para la vida oficial, tantas veces incapaz de detectar dónde se cocinan las cosas importantes. Con la muerte de Cuerda Ourense chapa definitivamente el siglo XX, sus maneras plácidas de relacionarse, esas formas de tertulia en el café Miño, conversaciones orondas, de antes de Instagram, sin representantes, con ese apego de taberna y boina que destilaba transcurrido el primer segundo del primer encuentro con él.

Cuentan por aquí que apenas se le hizo en vida un homenaje en Ourense, solo algo humilde en el café Isaac, el premio Morogo, según recuerda Paco Sarria. Entre los aborígenes, estuvimos años preguntándonos qué narices encontraba este señor tan listo en aquella casa por la que pasaban ilustres invitados, una finca que le costó reunir gracias a la mitológica inconcreción negociadora de los vecinos. Qué hacía Cuerda allí, habiendo en el mundo tantos lugares a los que ir. Puede que Cuerda creyese más en Ourense que nosotros. Y ese era otro de su superpoderes.