Luna, Tara y Albinioni

TAREIXA TABOADA OURENSE

OURENSE CIUDAD

Agostiño Iglesias

La inconfundible plástica de José María Barreiro puede verse en el centro cultural Marcos Valcárcel

28 dic 2019 . Actualizado a las 18:41 h.

«El carácter como la fotografía se revela en la oscuridad». Yousuf Karsh.

El centro cultural Marcos Valcárcel y el artista José María Barreiro presentan la exposición de carácter retrospectivo: A cor e a luz. Diáfano contenedor expositivo para una excelente selección de la obra del famoso artista pontevedrés. Sin afiliaciones lineales, la obra de Barreiro remite a un universo proteico de reflexión interior con un repertorio iconográfico de propia caligrafía que, por la solidez del elemento cromático, se aproxima a una imagen revisada consciente de distintas vanguardias.

En la pincelada taquigráfica y en la exaltación eufórica del color de vitalismo enérgico que perpetua el instante efímero y el que habita en la memoria, remite al Matisse de Collioure en el tratamiento de los espacios y plantea el mismo concepto deconstructivo de Cézanne que Barreiro reinterpreta mediante la intensidad del color como leit motiv de su obra, más allá de los objetos, le interesa el aire que fluye entre los cuerpos como una fluidificación del estado, la atmósfera y el espacio que existe entre los elementos del grupo; son la composición y su ubicación tan importantes como los elementos representados. Existe una «base constructiva» en el aspecto estructural de su pintura que funciona como un eje para subrayar la intensidad cromática como lenguaje propio. El arabesco dota de frescura y movimiento a la composición avivando una libertad creativa que se materializa en la exaltación fauvista del color, estableciendo luces y sombras a través de la luminosa evanescencia que emana de los propios pigmentos. El diálogo entre dualidad interior y exterior se expresa desde las vistas a través de ventanas y balcones abiertos al Atlántico como Vigo ciudad mágica, Canto al mar de Ons, La luz es vida, Pontevedra es una hermosa villa en primavera y las numerosas vistas desde su estudio, balcón del mar. Se advierte también una faceta introspectiva en el color emocional, subjetivo de sinfonía monumental y un trazo físico y gestual tan próximo a una melodía. Un análisis del espacio y de la forma más allá de la anécdota con un esquema perspectivo que repite. «Intentar sonreír a la vida en sus pinturas» Barreiro como Dufy, al que remite en vitalismo y en el rigor de las composiciones, el fragor de los barcos de vela, el dinamismo de los músicos y la cálida hipertrofia de los desnudos. Ventanas abiertas a un paisaje que se expande dentro y fuera de la estancia, interior del estudio en Cela y su diálogo entre lo privado y lo público, lo reservado e íntimo que alimenta en el espectador la morbosa perversión del voyeur. Cierta ingenuidad de Rousseau compensado por la sofisticación compositiva y una perspectiva acientífica. Barreiro es un artista de composiciones clásicas y postulados vanguardistas.

Defiende un virtuosismo en el trazo ágil del dibujo rápido, espontáneo con tendencia al arabesco que en su perfil grueso remite a la arista viva de contorno del expresionismo. Propone una síntesis perceptiva en la desinhibición de los colores y el reflejo de una atmósfera neoimpresionista en las pinceladas cortas que extrae de algunos objetos con efecto cromoluminarista que reflejan los valores de la luz y el instante.

Temperatura de color como elemento dinamizador de la imagen vital y hedonista, «joie de vivre» efervescente que ejerce sobre los objetos, protagonistas de una vánitas contemporánea, un bodegón planificado como una escenografía. Frutas que representan la tentación, la juventud y advierten en su vitalismo de su caducidad. Adulterado memento mori que introduce el existencialismo bajo la piel de vibrante incandescencia. Sinestesia sensorial a través del bodegón que presenta las frutas abigarradas en su erotismo implícito y en el cuerpo de la mujer desde una mirada masculina, cosificación e ideal de belleza y el erotismo de la iconografía clásica del pintor y la modelo.

Las áreas cromáticas delimitadas por planos de color compartimentados alteran la espacialidad naturalista. La densidad de los primarios y los ejes de contraste transmiten una intensa sensación de alegría, de fiesta plástica. Juega a alterar los objetos y conceptos, introduciendo una ventana en el cuadro-ventana de la perspectiva Albertina y es la imagen de otro cuadro en escenas de interior el que resuelve el misterio del título. Cabe destacar la excelencia y modernidad de las esculturas realizadas en acero de barco, su equilibrio.

Barreiro brinda desde su estudio coronado de océano y cantos de sirena.