21 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos días he impartido un taller de bioética en el Complejo Hospitalario Universitario de Ourense a los residentes de primer año. Un grupo majísimo, he disfrutado mucho con ellos, gente llena de ilusión, con ganas de aprender. Conscientes de que la experiencia de enfermar pone a la persona en una de las situaciones más difíciles de sobrellevar: el itinerario de la incertidumbre y de la fragilidad. Convencidos de que la excelencia es el ingrediente básico del ejercicio profesional, que no basta con hacer sino que hay que hacer bien, tanto en el plano técnico como en el ético.

Se veía en ellos que están ahí por pura vocación. Todos ellos. Pero quiero destacar a dos, cercanos a los 40, una edad en la que muchos de nosotros estamos de vuelta ya de muchas cosas; y sin embargo ahí están, formándose para ser médicos. Uno con un doctorado previo en Veterinaria, la otra con Enfermería; ambos con experiencia laboral en sus respectivas profesiones… ¡y con unas ganas enormes de ser médicos! Cuando la vida te regala encuentros como este, uno no puede más que dar gracias a Dios. Y rezar para que estas vocaciones no se malogren con los embates de la vida. Porque la calidad asistencial, la excelencia profesional, es asunto de personas y de estructuras: estos jóvenes se merecen que tanto el Sergas como los usuarios del Sergas los mimen, conscientes de que los profesionales son la pieza fundamental para que el sistema sanitario funcione bien.