«Lo que más echo de menos son las personas, las situaciones las creas»

sara pérez / R. n. p. OURENSE / LA VOZ

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CEDIDA

El ourensano Miguel Rodríguez hizo las maletas hace cuatro años y seis meses

09 sep 2019 . Actualizado a las 13:59 h.

Que la vida laboral en España de Miguel sumase un mes y once días a sus veintisiete años, no resultaba esperanzador. Y lo cierto es que no lo era. Al finalizar sus estudios de ilustración a los veinticinco, comenzó a realizar encargos que le llegaban a través de asociaciones de la ciudad, pero nunca lo consideró trabajo porque «nunca me dio para vivir». Por eso hizo las maletas y se fue en busca de algo, cualquier cosa, a lo que pudiese dedicarse. Manchester no era una de sus primeras opciones. «Al principio, el plan era irme más al sur, a una localidad que se llama Chichester, cerca de Londres», explica. Poco después, apareció la idea de asentarse en Manchester con otro de sus amigos, que finalmente no voló hasta la ciudad. «Aquí parecía que había más futuro a nivel de diseño gráfico», alega en cuanto a la elección del destino. Pese a que iba solo, en Manchester residía una compañera suya, la misma que le prestó el sofá de su casa durante el primer mes. «Cuando llegué simplemente quería establecerme con lo que saliera. Tampoco iba con mucho dinero, entonces tenía que empezar a generarlo cuanto antes. Amigos y familia me prestaron algo, y yo solo quería pagar las facturas. Después, ya sí, encontrar trabajo de lo mío, de ilustración», asegura. Al cabo de un mes se mudó a una habitación dentro de la casa de su amiga, que quedaba libre porque «se marchaba un compañero que luego se convirtió en amigo».

«Los inicios siempre son difíciles», asegura. Los primeros trabajos fueron, según él, muy variopintos y precarios. Empezó en una agencia de hostelería bajo lo que allí llaman contratos de cero horas. «Te llamaban por teléfono cuando te necesitaban. Podía darse el caso de recibir una llamada a la mañana y tener que ir a trabajar por la tarde», comenta. Con la primera agencia no tuvo muy buena relación, pues no querían pagarle a tiempo el dinero que se había ganado. En el mundo de la hostelería continuó hasta que consiguió su primer trabajo estable: escanear exámenes de secundaria. «Realmente ese fue uno de los mejores trabajos que he tenido en este país porque no hacías nada y te pagaban por ello», expone. En ese momento, comenzó a sentirse «más establecido». Pero llegó el verano y «ya no había más exámenes que escanear», así que empezó en un restaurante de ayudante de cocina. Luego lo ascendieron a segundo chef. «Eso es lo que hice hasta el año pasado por estas fechas, que conseguí un nuevo trabajo de diseñador gráfico en una empresa de logística familiar».

De cuando llegó, recuerda de una forma no muy positiva el acento tan característico y particular de los habitantes de Manchester. Algo que también le resultó difícil al principio fue el tiempo: «Como me vine en otoño, tampoco me esperaba que el clima fuese maravilloso», se queja. Pero nada de eso ha impedido que Miguel se sintiese tan cómodo como para no querer volver a Ourense. Pues la gente de allí «no tiene nada que ver con los españoles», pero son personas muy abiertas y extrovertidas. «La diferencia más grande con el sur de Inglaterra es que aquí, de primeras, se interesan por ti. En el sur la gente va a lo suyo. Hay un dicho que dice que si alguien del norte los saluda, ellos se ponen los cascos para que no los inoportunen», continúa.

Un día normal en la vida de Miguel en Manchester podría parecerse a uno en Ourense, si hubiese trabajo de lo suyo. «Me levanto, medito, voy al curro en bicicleta, trabajo y luego lo que haya en la ciudad, pues tiene una oferta cultural bastante grande», dice. Tiene muy claro qué es lo que le falta en Manchester: «Lo que más echo de menos son las personas, las situaciones las creas, pues la manera de vivir la hemos exportado un poco», asegura.