Pienso desde hace tiempo, como supongo que muchas personas, que el festival de cine de Ourense necesitaba un cambio. O más bien, una hoja de ruta definida, que no lo haga tambalear con cada legislatura, director, equipo, partido político, concejal... Pero no creo que la solución pase por desentenderse de él. El hecho de que el Concello de Ourense haya cedido de forma «permanente» su gestión a la Diputación es más un desprecio que otra cosa. Primero, porque al hacerlo de esta forma se hipoteca para siempre, no solo mientras gobiernen unos. Esto da la sensación, o más bien constata, que el festival de cine no era de los ourensanos, sino de los programas de los partidos. Y la segunda forma de desprecio tiene que ver con el hecho de que queda en evidencia que Democracia Ourensana se sacó un muerto de encima. Y esta decisión la firman los dos representantes -local y provincial- en camiseta de manga corta, en una reunión a dos y sin consulta previa. Como quien reparte caramelos en una fiesta infantil. Así, campechanos. Porque la cosa no merece más, claro. No han querido ni siquiera intentarlo, me refiero al Concello. Mientras, la Diputación sigue rescatando, rescatando, rescatando. Y así seguiremos repartiendo la tarta, porque los caramelos, ya vemos, se regalan para siempre. Pero llega septiembre. Y parece que con el mes las realidades. No pasaron los 100 días de cortesía, bien es cierto, pero los vecinos ya están ansiosos de ver que pasan cosas. No por delante de nuestros ojos. Quieren que pasen y se queden. A ver si en este caso de forma permanente.