A mí el verano me pone negra

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

OURENSE CIUDAD

XOAN A. SOLER

06 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo mejor a David Perdomo esta idea le da para un monólogo coruñento, de esos que nos elevan a otra categoría galaica por nuestras particularidades y obsesiones. Porque el verano de un coruñés es un oficio de riesgo, un oficio en toda regla, un trabajo no remunerado, pero al fin, un trabajo. No creo que haya runner en el mundo que corra más detrás de un rayo de sol que nosotros, que desde que hay estas apps meteorológicas en el móvil parece que todos los fines de semana nos levantamos cazando Pokemons. Y giramos el plan del día buscando ese huevo frito allí donde esté, ya sea en Cangas, en Carnota, en Baiona o en el interior de Ourense. Enseguida nos hacemos nómadas con tal de cumplir con el requisito feliz de un día entero de playa, bueno, o unas horas, porque nos montamos en el coche, conducimos kilómetros, descargamos a los niños, los bocatas, la sombrilla, y todo nuestro arsenal playero por unos minutos de gloria al sol.

 Yo creo que un coruñés disfruta ya más pensando que va a conseguir esa meta de tumbarse en la toalla a la bartola que en el momento en que lo hace. Porque aquí el verano es un estrés, es un no verano, es un invierno, ¡es una ciclogénesis explosiva! Por eso a mí este tiempo me pone negra, tanto que algún sábado soy capaz de levantarme y mover la brújula de mi casa al este, al oeste y sobre todo al sur, con tal de cazar un Pokémon de sol. Y cuando lo veo enorme, redondo y muy amarillo en cualquier punto del mapa gallego, creo que cumplo con mi destino veraniego: voy a por él. A por el verano.

Yo sé que esto a los de Pontevedra no les pasa, ni a los de Ourense; ellos se levantan en modo «me la sopla la temperatura de ahí fuera», no sienten esta comezón interior, este desasosiego temporal, pero un coruñés lo sufre y lo peor de todo es que aún tiene fe en el anticiclón de las Azores. Y en esa creencia absurda nos castigamos, por eso las ciclogénesis nos explotan en la cara como el más común de los huracanes domésticos: ¿cambiamos o no el nórdico de la cama? ¿Deshacemos el armario o no lo deshacemos? ¿Llevamos chaqueta o no a la playa?

Y así vamos enlazando las temporadas, del 40 de mayo pasamos al 50, al 60 y cuando estamos al cien por cien nos tiramos a la piscina con el bikini y el plumífero puestos. Que yo creo que en este revoltijo atmosférico hay gente que es capaz de salir de casa con las dos cosas a la vez: algunos llevan el bañador puesto, por si acaso abre, y el anorak en la mano, por si acaso llueve. Coruña es todo un por si acaso, una oportunidad al vuelo y una confusión eterna. Al verano coruñés hay que ir a cazarlo porque lo podemos perder de vista antes de que asome. Coger ese rayo en Cangas, en Baiona, en Ourense o en Carnota, coger ese rayito de sol, a mí es lo que me pone negra.