«Antes aún se nos consultaba; ahora los políticos creen que lo saben todo»

Fina Ulloa
fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

El ex jefe de servicio de Medicina Interna dice que la etapa más feliz «fue cuando volví a soldado raso»

26 may 2019 . Actualizado a las 08:45 h.

Mariano Vega no es nativo de Ourense, pero dice que se siente como tal. Se confiesa un enamorado de la capital, aunque llegó, en mayo de 1979, sin conocer de nada la ciudad de As Burgas «No sabíamos casi ni donde quedaba», confiesa. Aunque el amor, en este caso a su mujer, estuvo detrás de la elección. y no porque su esposa fuese de origen gallego -es de Zarauz-, sino porque era el único lugar en el que ambos tenían plaza; ella como digestóloga y él como internista, una de las dos especialidades en las que se formó. «Cuando llegué atendíamos tanto en el extinto hospital de la extinta Obra del 18 de julio, en Juan XXIII, que era un sanatorio ya para desahuciados, con 35 camas, como en la residencia», recuerda.

En aquel momento no existía en Ourense un servicio específico de Digestivo, ni siquiera una unidad como tal. De hecho a Mariano Vega le tocó estar en su génesis y fue primero jefe de sección y más tarde responsable de servicio. Cuando se fusionaron el hospital provincial y la residencia, se mantuvieron las dos jefaturas de servicio «pero yo sabía que era una experiencia que iba a durar poco, porque a mí me gustaba más estar a pie del cañón que la burocracia. Las reuniones con las direcciones, hacer proyectos que luego no te leían y acababan encajonados..., eran cosas que me horrorizaban», relata, aunque matiza que siempre fue partidario de esa fusión que fue la génesis del actual CHUO. «Para mí unirse tenía una ventaja fundamental. La residencia tenía asignada una población de trescientos mil habitantes, con los dos comarcales, y el Hospital Provincial llevaba unos ochenta mil. Éramos seis en cada plantilla y con la fusión lo que se consiguió fue el reparto de la carga de trabajo fuese más equilibrada. Como jefes estuvimos Fernández Seara y yo, coexistiendo, y acordamos una alternancia de cuatro años; pero cuando llegó mi momento, no me apetecía nada, así preferí seguir como soldado raso», cuenta.

Nunca se arrepintió de la decisión. «Esos ocho últimos años de mi carrera fueron los más felices de mi vida, incluso creo que la gente que me tenía como un tipo raro o duro, o peleón, me acabó encontrando otras facetas. Y pude ser compañero, y pude ser médico y dar más tiempo a los pacientes», opina. «Incluso dormí mucho mejor y disfruté más de mis aficiones», añade este médico, que con más de cuatro décadas de oficio, opina que no es verdad que los profesionales sanitarios generen callo ante las penas y padecimientos de los pacientes. «Esta profesión quema bastante, es estar entre miserias y penas. No te acostumbras a ver llorar delante de ti a la gente, a dar malas noticias. A eso no te acostumbras nunca». De hecho, reconoce que finiquitar sus obligaciones profesionales le permitió ganar incluso en su propia salud. «Pude dejar de tomar cosas para dormir, porque el día a día es estresante, y es una profesión que te llevas a casa siempre, aunque no quieras. Nunca entenderé al que además se coge la tarde para seguir haciendo lo mismo, aunque yo fui socio fundador de Cosaga, cuando empezó el centro diagnóstico, pero antes de cumplir dos años lo dejé y las tardes para mí han sido sagradas, para mi gente».

También cree que, a pesar de que antes se trabajaba sin tantos medios como hoy, los profesionales soportan cada vez una mayor carga de trabajo derivada también de una sociedad cada vez más obsesionada por la salud, aún no teniendo patologías que lo justifiquen. «Mis compañeros de ahora me dan mucha pena, porque esto va a peor», dice. Reprocha además, que cada vez se tenga menos en cuenta la opinión de los médicos en la gestión sanitaria. «Antes aún se nos consultaba de vez en cuando; ahora los políticos creen que lo saben todo y nosotros somos una bata con piernas que anda por ahí y que les da igual», concluye.

«Ahora tengo que hacer listas para no comprar libros repetidos»

Mariano Vega tiene la filosofía de que el día debe dividirse en día en tres partes. «Un tercio es para trabajar, todo lo que puedas y lo mejor que puedas; otro para tu familia, tus amigos, tus aficiones, y el último para descansar y dormir. Si hay que quitar algo a las aficiones o al sueño, se hace, pero con medida», apunta. Ahora que está jubilado se centra en disfrutar de esas aficiones, como el deporte. Ha practicado tenis y también golf, una disciplina que descubrió ya en sus años en activo «y que me permitía desconectar de verdad».

Melómano empedernido, confiesa que tiene música puesta durante todo el día. Es asiduo del cineclub y ha podido ampliar su otra pasión, la lectura. «Hasta tengo que hacer listas para no comprar libros repetidos», confiesa. Y sobre todo, aprovecha las oportunidades que brinda Ourense «que son muchas, porque aquí hay varios festivales de música, hay teatro, hay magníficas exposiciones... Y todo a un paseo de casa», señala.