«O home abrazábase a min cando lle saquei o camión e lle dei os chourizos»

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Miguel Villar

Los vecinos de A Devesa se movilizaron para ayudar al camionero al que el GPS guio hasta un destino imposible

30 dic 2019 . Actualizado a las 19:30 h.

Acercarse al pueblo de A Devesa, en Vilardevós, y preguntarse cómo demonios hizo el camionero checo para meter hasta allí su tráiler cargado de piezas para coches, es todo uno. Nuestro GPS nos ha llevado a la localidad, tras dejar la autovía A-52, por una pista que a pesar del asfalto que le queda no merece ser llamada carretera. De hecho, hay tramos donde es imposible poner dos coches en paralelo. La tranquilidad reina en el pequeño núcleo en la mañana del domingo, y no es difícil dar con el héroe de la jornada: Antonio Pérez Diz, más conocido como Ringo da Devesa.

La amabilidad y la hospitalidad parecen algo genético aquí; aquellos que nos vamos encontrando, nos guían encantados hacia su casa. Ringo resta importancia a las horas que pasó luchando con el tráiler del camionero checo para, poco a poco, sacarlo de donde estaba y devolverlo a la autovía. «Dende que o saquei, o cabo da Garda Civil pediume que o levase ata a autovía, para asegurarnos de deixalo en ruta», relata este camionero ya jubilado, que se emociona cuando le preguntamos cómo se entendió con el conductor extraviado. «O home marchou moi agradecido; choraba e abrazábase a min logo de sacarlle o camión e darlle os chourizos. Deume moitos abrazos, pero fixen o que había que facer. Eu sei moi ben o que é andar nas estradas polo mundo adiante, e hai que axudarse», dice.

Antonio estuvo en Suiza varios años, y luego en Italia, pero recorrió buena parte de Europa al volante de camiones. «Eu tiven un meu cinco anos, pero a maior parte da vida traballei para unha empresa que lle facía transporte á Citroën», explica este conductor que, tras 38 años en ejercicio, tuvo que dejarlo a los 63. «Custoume renunciar a isto. Ao principio ía moitas veces ata a autovía para ver os camións, e emocionábame», confiesa. Se retiró de la profesión por una lesión en la parte alta de la espalda, y de la que este domingo se volvía a resentir tras estar peleando la tarde del sábado con el camión checo. «Foron moitas manobras, e de tanto andar forzando para xirar a cabeza e mirar...».

Asegura que enseguida empatizó con el chófer perdido en Vilardevós. «Leveille uns chourizos dos que compro nunha carnicería, porque nós xa non matamos; e tamén un par de cervexas. Era xa unha persoa cos seus anos, ten os mesmos ca min, pero aínda lle quedan dous para xubilarse, porque empezou a cotizar tarde», añade Ringo da Devesa.

«Chapurraba algo de alemán»

De todo eso se enteró en su afán por hacer que el hombre se sintiese cómodo. Hablaron en alemán. El conductor checo, aunque no lo dominaba, «chapurraba algo e eu tamén porque estiven moitas veces por alí; pero sería mellor se falase francés», la lengua del cantón suizo al que emigró.

«Non entenderse é moi triste» 

Charlando con Ringo da Devesa y con los 4 vecinos que se van uniendo a la conversación (el pueblo solo tiene 17), el visitante percibe que su hospitalidad tiene mucho que ver con sus propias vivencias. Como en el resto del rural ourensano, la emigración es una realidad. «Non entenderse é moi triste. Eu estiven oito meses en Alemaña, onde traballaba o meu marido, e lembro o mal que o pasei. Había unha italiana que facía todos os esforzos por falar comigo, ata me tiraba do pelo para que a atendese», rememora Josefa Lorenzo Colmenero. Ella se ofreció a darle la cena al camionero checo: «E a cama, se lle fixese falta, porque deume pena o home; non polo camión, nin pola carga, nin nada».

«Esta é moi boa muller. Así é como hai que ser na vida», apunta Ringo. Otros lo alaban a él. Carmen, que se asoma solo un poco porque está «coa tinguidura na cabeza», le pasa recado de que la llamó otro camionero de la zona para mandarle saludos a Ringo. «Es un heroe», le dice entre risas. Han llamado también al pedáneo del pueblo, que sale a la puerta de casa, alertado por tan poco usual cháchara mañanera. Es Vicente Carballo, el más joven del pueblo, 47 años. No se queda atrás en halagos a Ringo y al resto de los vecinos: «Alí estabamos animando; sabiamos que ía ser capaz de sacalo porque ten moita experiencia. Se non o sacaba el, quen o ía sacar?». Sobre el comportamiento de todos el sábado, Vicente piensa que lo que hicieron no debería de parecer extraordinario: «Hai que axudar. É o normal, e máis a un estranxeiro. O pobre home víase perdido. Entre as persoas temos que axudarnos».