«La mejor cualidad de aquel Ourense campeón siempre fue su humildad»

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

José Carballeda fue el hombre gol de un equipo de leyenda a finales de los sesenta

05 may 2023 . Actualizado a las 22:20 h.

El Club Deportivo Ourense de finales de los años sesenta era una máquina bien engrasada y sus gestas más llamativas quedaron reflejadas en la nueva delegación de La Voz en la ciudad, incluso aquellas que se fraguaron en escenarios tan lejanos como lo era entonces el mítico estadio bilbaíno de San Mamés.

Fue el 21 de junio de 1969 y el plantel rojillo se desplazó con una ventaja de un gol a la catedral del fútbol vasco, con la misión ascender en su cuarta tentativa a la segunda categoría del balompié patrio. El poderoso equipo entrenado por Fernando Bouso se encontró a más 40.000 espectadores -que en su mayoría esperaban la remontada del filial rojiblanco- en una inolvidable tarde de fútbol. De eso da fe José Carballeda Pérez (Doade-Beariz,1946), autor del gol que al inicio de la segunda mitad frenó a los cachorros. Aunque pasó casi medio siglo las imágenes asoman a sus ojos.

«En años anteriores ya teníamos un gran equipo, sobre todo en la temporada de las treinta victorias en treinta partidos, pero cuando llegaba la promoción no estábamos bien y era algo que quisimos cambiar todos esa vez. Recuerdo que yo mismo llegué en un gran momento de forma a la eliminatoria contra el Bilbao Athletic, aunque tenían una plantilla muy joven y fuerte», rememora el nueve ourensanista, que entonces no había cumplido ni los veintitrés años y ya se había proclamado pichichi de la competición regular, igualado con su compañero Pataco, tras firmar 27 dianas cada uno.

A la hora de remover recuerdos, Carballeda puede visionar a la perfección lo que sucedió en Vizcaya: «Regresábamos de los vestuarios y el partido estaba reñido para el segundo tiempo. Yo me escapé en una banda y Beitia me mandó un buen viaje en el tobillo. Pito lanzó la falta con una jugada medio ensayada y la enganché bien en el área, cruzándola un poco. El remate no iba muy fuerte, pero Santamaría no pudo alcanzarla. Cuando marqué en San Mamés, noté cuantos gallegos había en las gradas. Era difícil viajar desde Ourense en aquel entonces, pero después nos estaban esperando dos mil o tres mil que vivían por aquella zona. Nos alzaron a hombros y festejaron con nosotros el ascenso».

A diferencia de otros años, esta vez el Ourense se había plantado más entero en el choque decisivo y aquella anotación del delantero fue una sentencia ante la que nada pudo apelar su adversario. La afición emigrante solo había rendido el primer homenaje. Faltaba lo mejor: «Íbamos cansados. Pese a que viajamos en uno de los mejores autobuses de la época, esos desplazamientos se hacían muy largos. Pero todos nos sorprendimos cuando llegamos a Xinzo de Limia y nos encontramos con varios coches que nos escoltaron hasta llegar a la plaza Maior de Ourense, donde celebramos el regreso a Segunda con el grueso de la afición desde el balcón del Ayuntamiento». Antes, los fieles seguidores rojillos se conformaron con la narración de Matías Prats, que también puntualizó su opinión en las páginas de La Voz.

Atrás quedaba un rival plagado de jóvenes futbolistas que desarrollaron carreras de mayor o menor fortuna en la Primera y la Segunda División: «Tuvimos suerte, porque a ellos se les lesionó Lavín y tuvo que jugar muchos minutos casi como figura decorativa, pero era un equipo muy bueno y ascendió igual en una eliminatoria de repesca. Nosotros ya habíamos sufrido situaciones similares, como en la promoción anterior, después de ganar todos los partidos de liga. Llegamos muy castigados contra el Ilicitano. Yo mismo arrastraba molestias, pero Bouso entendió que debía jugar. Era muy complicado entonces, no había cambios y tenías que jugártela».

Porque hablamos de un ariete de los de manual, aquellos a los que todos los entrenadores querían tener en su equipo. Junto a los referidos 27 tantos del curso 68/69, venía de firmar 38 en los treinta encuentros que ganó el Ourense en la inigualable campaña de las treinta victorias y en su estreno con la elástica rojilla ya había totalizado otras 24 dianas: «Venía del Arenteiro, donde empecé muy joven en una plantilla donde yo era el que había llegado de más lejos, porque era de Beariz y el resto eran de la villa, Maside o San Amaro como mucho».

Profesionalismo de caqui

En O Couto, Carballeda vivió como un futbolista profesional de la época, poco equiparable a las figuras de la actualidad: «Tenía una habitación cerca del estadio y comíamos varios compañeros en el Bar Conde. Yo aproveché para cumplir como voluntario el servicio militar y me iba a pie, de uniforme, hasta el cuartel de San Francisco. Estando en aquel Ourense fueron varios los clubes que se interesaron por mí y hasta se habló de que yo también iría con Pataco al Atlético de Madrid, pero después de jugar un año más aquí, me fui al Pontevedra, donde estuve otras cuatro temporadas de las que guardo un gran recuerdo, hasta que llegó mi lesión».

Fue su talón de Aquiles el que puso fin a su carrera, puesto que los procesos de recuperación de entonces no eran los de hoy, pese a la pericia del doctor Antonio Leal, médico del Sevilla FC. Asentado en Segunda División, su porte de delantero centro estaba ligado a sus prodigiosos remates de cabeza, elogiados por autoridades en la materia como Fernando Castro Santos, que lo vio en Pasarón, o el exmadridista Veloso, con quien coincidió en el Ourense: «Los dos me decían que me preferían a mí que al mismo Santillana. La verdad es que solía hacer remates limpios, me impulsaba bien en el aire y tenía esas décimas de segundo más que los zagueros para mantenerme arriba». Y al hablar de esto en una de las áreas de O Couto, a Pepe se le va la mirada hacia la banda diestra: «Siempre me llevé bien con los extremos derechos porque sus centros los cabeceaba mejor».

Sobre el césped ourensanista, recitó el once de San Mamés con la página de La Voz en su mano: Roca, Varela, Lozano, Paredes, Astigarraga, Pito, García, Babi, Carballeda, Pataco y Túnez. «Bouso logró dirigirnos siendo uno más, porque lo mejor de aquel Ourense campeón siempre fue su humildad y salir a desplegar el mejor fútbol posible». Es palabra de nueve.