«Buscamos que las personas se den cuenta de que el agua sí tiene sabor»

e. filgueira OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

Una profesora y dos alumnas de la Facultad de Ciencias realizaron una cata de aguas en un supermercado organizada en colaboración con el Grupo Cuevas

21 nov 2018 . Actualizado a las 16:06 h.

Existe un agua natural negra, embotellada y sin colorantes ni sabores añadidos -procedente de un manantial en Canadá- que contribuye a equilibrar el pH del organismo por su bajo peso molecular. Existe otra agua comercializada que se obtiene directamente de las nubes, a 1.450 metros de altitud en Tenerife, de una forma totalmente sostenible mediante unas mallas que retienen las gotas en suspensión. Y también la hay que procede de un acuífero a más de 300 metros de profundidad, en Nueva Zelanda, y que fluye lentamente hasta la superficie -tardando entre 30 y 500 años- y que se envasa únicamente bajo pedido para resguardar el recurso natural que supone.

De dónde proceden y cómo se obtienen no es un factor baladí, pues el sabor se ve afectado por la composición de las aguas. Aprender a distinguir los cuatro sabores fundamentales que puede tener el agua embotellada -dulce, salada, ácida y astringente- era el objetivo principal de la actividad que ayer se llevó a cabo en el supermercado Aquié, en la calle Doctor Fleming, del grupo Cuevas. Una profesora y dos alumnas de la Facultad de Ciencias del campus de Ourense realizaron una encuesta con cata de aguas incluida.

«La ciencia tiene que llegar a la gente, por eso creemos que esta actividad de transferencia es importante», cuenta Concepción Pérez, profesora e investigadora de la Universidad de Vigo. «También buscamos que las personas vean que el agua sí tiene sabor y que todas son distintas. Por ejemplo, la del grifo sabe a cloro, aunque sea microbiológicamente segura porque está tratada y más sostenible porque no se embotella», explica la docente desde detrás del mostrador en el que guardan los diferentes tipos de agua.

Los participantes pudieron preguntar todas sus dudas y aprendieron que la temperatura, el recipiente o el gas modifican notablemente el sabor de las aguas embotelladas. «Las que empleamos en la prueba están todas en el mercado actualmente y los participantes tienen que marcar el rango de edad en el que están y su género para tener más datos si finalmente realizamos un estudio», mantiene Alexandra Ramírez, alumna de doctorado en el campus de la ciudad. Junto a ella rellena vasos para seguir con las catas Noelia Silva, estudiante de máster que también quiso participar en el evento.

MIGUEL VILLAR

«Me imagino que el agua sale toda de los mismos sitios, de los manantiales... Pero yo no noté mucha diferencia, tendría que ser un sabor horrible para que no me gustase», afirma María Ángeles Domingo, una de las personas que participó en la cata. «Suelo beber más del grifo que embotellada porque me gusta más, pero tampoco tengo mucha sed. Con dos vasitos al día ya me llega, aunque sé que deberían ser cuatro», añade antes de entrar a hacer la compra y averiguar que no todas las aguas salen de un manantial.

El supermercado acogerá durante unos días, para los que tengan curiosidad, una exposición con características llamativas de aguas de diferentes partes del mundo, que se exponen en los pasillos. Entre las muestras también se encuentran las embotelladas en Ourense: Sousas, la más antigua de las gallegas comercializadas; Fontenova, de mayor mineralización; y Cabreiroá, que cuenta hasta con tres manantiales diferentes según la composición química del agua de cada uno.