«Aquí tienes mi pecho; dispara, pero no lo hagas con las mujeres»
Además de la muerte del médico que observaba los disturbios desde un balcón, cuenta La Voz de Galicia, un panadero vio su pierna atravesada por un balazo y «al conocido escritor D. Benito E. Alonso le pasó una bala rozándole la cara. En la fachada de la misma casa -donde falleció el médico- quedaron marcadas las huellas de cinco balas, alguna de ellas á la altura de una persona», según se recogía en la crónica de aquel 1892. Y pudieron ser más las desgracias.
Pedir la dimisión
Como consecuencia de estos sucesos, «los ánimos están excitadísimos, y todos, sin excepción de clases, reconocen que la culpa de todo la tiene el Gobernador. La gente pacífica está alarmadísima, pero todos están conformes en que, si el Gobernador obrase con prudencia, no pasaría nada, y que en la dignidad de este señor está pedir la dimisión inmediatamente, ó en caso contrario separarlo de su cargo».
En medio de la desgracia, La Voz resalta, por su humanidad, dos detalles. El primero, que en el fielato del Jardín un niño que se había apoderado del cajón del dinero «tuvo un rasgo de desprendimiento. Cogió el dinero y á puñados lo arrojó á la muchedumbre».