Elizabeta Belchenko: «Forman parte de mí y no quiero renunciar a esta parte de mi vida»

La Voz

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

Empezó a venir a Celanova como participante en el programa y ahora es monitora de apoyo para los niños

29 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Tenía solo cinco años cuando llegó por primera vez a Ourense. Natural de Novozybkov, hoy estudia Derecho Internacional en la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú; una de las más prestigiosas del país. Cuenta que su facilidad para los idiomas -que relaciona con su experiencia desde tan pequeñita en España- fue un motivo que le animó a elegir esa carrera. Este año Elizaveta ha vuelto a Ourense para compartir el verano con sus «padres y hermanos de aquí», como ella les llama; pero aunque vive en su casa de Celanova, ya no lo hace como niña acogida. Es mayor de edad y por tanto no puede participar como tal en el programa. Es una de los tres monitoras que este año viajaron con los niños a Galicia.

-¿Cuál es exactamente su tarea?

-Como traductora y para apoyar a los niños y las familias, sobre todo a los que llegan por primera vez y no saben nada del idioma. Les atiendo en lo que necesitan. A veces, sobre todo al principio, pueden estar confusos o tristes por estar lejos de su entorno, entonces les llamo y hablo con ellos para tranquilizarlos, para explicarles y aclararles todas las dudas. No suele haber grandes problemas y la experiencia les va a servir de mucho en el futuro.

-¿Qué ventajas cree usted que tiene, al margen de la obvia de pasar dos meses al año fuera de la zona de afectación?

-Aprender un idioma ya es una gran ventaja; sobre todo porque al hacerlo desde tan pequeñitos, es perfecto para adquirir facilidad para otras lenguas. Pero además no vivimos en un hotel; convivimos con las familias y eso hace que conozcamos otra cultura de verdad, desde dentro.

-¿Recuerda cómo fue para usted ese primer contacto?

-Yo recuerdo que lloré mucho, porque extrañaba a mis padres de Rusia. Yo era muy pequeñita, no entendía lo que era el programa, por qué me iba, ni que sería una estancia de un tiempo y regresaría. Los primeros días fueron complicados, pero enseguida fue mejorando. Iba comprendiendo más el idioma y aunque ellos no hablaban nada de nada de ruso, me daban mucho cariño. Ahora para mí son una segunda familia.

-¿El idioma es la principal dificultad en la adaptación?

-Es un inconveniente; pero los niños aprenden rápido y las familias ponen mucho de su parte y enseguida logran entenderse. De todas maneras, además del idioma, hay otras cuestiones. Hay aspectos relacionados con el carácter y las costumbres, porque existen diferencias culturales a las que hay que adaptarse. Por ejemplo, yo recuerdo que el primer año me sentía mal, incómoda, con el tema de tantos besos y cariños de personas desconocidas. En Rusia no somos tan expresivos y de tanto contacto físico con la gente que no es muy conocida. Si una persona desconocida te besa o te abraza se toma casi como un gesto de mala educación; y aquí, sin embargo, si no saludas con cierta efusividad se piensa que eres una sosa.

-Ahora que puede evaluar el programa con la perspectiva de una adulta, ¿cómo lo calificaría?

-Para mí es un programa de valientes. Desde los padres de Rusia que, sobre todo al principio cuando apenas se conocía, se atrevieron a dejar venir a sus niños tan pequeños, a un país que para ellos era desconocido, con familias que tampoco conocen de nada y que seguramente muchas veces se preguntarían si sus niños lo pasarían mal sin poder comunicarse en su idioma. Y por otro, los de aquí; que se enfrentan a algo que también desconocen, asumen la responsabilidad de cuidar niños de los que no saben cómo es su forma de ser y además no pueden comunicarse en su idioma. Es de valientes, y yo se lo agradezco mucho.

-¿Cree que seguirá manteniendo el vínculo con la familia de Carlos Taboada cuando otras obligaciones de la vida le impidan colaborar con el programa?

-Siempre. Nadie sabe lo que será el futuro, si estaré en un Rusia o en otro lugar; pero no importa. Son doce años de mi existencia. Forman parte de mí y no quiero renunciar a esta parte de mi vida.