Ourense se queda con un videoclub tras el cierre del penúltimo negocio

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

La ciudad afronta la desaparición de un sector que llegó a tener 37 establecimientos

04 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay negocios que no han podido resistir al nuevo siglo y el de los videoclubes es uno de ellos. La capital ourensana llegó a contar en los años 90 con 37 establecimientos en los que se podían alquilar o comprar películas -por entonces en VHS-, pero el cambio de hábitos sociales y, sobre todo, la piratería, hirieron de muerte hace ya una década a este negocio, del que hoy sobreviven ya muy pocos.

Y cada vez menos. Esta misma semana el videoclub Parque, uno de los veteranos de la ciudad de As Burgas, anunciaba por correo electrónico a todos sus socios el cierre inminente. «Aguantamos lo que pudimos, pero las descargas ilegales y la piratería nos han ido asfixiando dejándonos sin armas de defensa, y sin la ayuda de la administración nos vemos obligados al cierre, en espera de que a última hora alguien estuviera interesado en seguir con el negocio», recogía la carta, en la que se culpaba directamente de este desenlace a las compañías telefónicas, «que ofrecen un producto caro y de mala calidad y facilitan las descargas ilegales ofreciendo algo que no es suyo».

Y como finalmente no ha habido nadie que a última hora se haya querido quedar con el negocio, a Michael Jensen Silva, su propietario, no le ha quedado otra que bajar la persiana definitivamente. Ahora se dedica a despejar las estanterías del local -que hace unos años cambió de ubicación, trasladándose desde el parque de San Lázaro hasta la plaza de Paz Nóvoa-, metiendo todo en cajas tras haber vendido ya muchos títulos a clientes y entidades como la Biblioteca pública o el cineclube Padre Feijoo. «Llevábamos años en situación de resistencia, esperando a que el Gobierno aprobase alguna ley que nos protegiese, pero con los precios del alquiler del local y los gastos mensuales esto ya se ha hecho insostenible», explicaba ayer mismo, recordando que comprar novedades le suponía un coste fijo de mil euros cada mes. «Al final nos hemos dado cuenta de que contra el todo gratis no se puede luchar, y que el nivel de descargas ilegales que existe es tan brutal, está tan extendido, que no tenemos nada que hacer». Jensen, que cogió el negocio en el año 2008, critica la pasividad de las administraciones contra este fenómeno y la falta de apoyo al sector. «En lugar de apoyarnos solo nos mandan inspecciones», asegura, lamentando que con el cierre del negocio se diga adiós «a una correa de transmisión para la cultura y el conocimiento».

Con 23.000 copias de películas -de las que 15.000 son títulos únicos- y 22.000 socios, el videoclub Parque se despide para siempre dejando casi huérfana a la ciudad de As Burgas. Antes que él, en 2017, bajó la persiana de forma definitiva el Galaxia, en A Saínza, por lo que ya solo queda en la ciudad un único negocio del sector, el Vitels, en O Couto. «Esto es el fin de una era, de un fenómeno que durante años ha sido un referente de cultura y que nadie ha querido defender», lamenta Jensen, que asegura que llevaban ya cuatro años soportando pérdidas por la cada vez menor afluencia de los socios al establecimiento, abierto todos los días en horario de mañana y tarde. «Hay gente que seguía viniendo, cinéfilos que buscaban títulos de ciencia ficción o arte y ensayo», cuenta el dueño del negocio, que recuerda cómo hace años introdujeron en la ciudad el gusto por el cine europeo, sobre todo francés y nórdico, con estrenos por 2,5 euros. Ahora todo eso ya es pasado.

«Ahora la gente ya no viene; hay muchos niños que no saben lo que es un videoclub»

En la calle Ervedelo, en las galerías O Couto, se mantiene abierto desde hace tres décadas el único videoclub que queda operativo en la capital tras el cierre del Parque, el Vitels. Es la última esperanza del sector pero, que nadie se engañe, pesa sobre él un futuro incierto. «Aguanto porque llevamos treinta años abiertos y le tengo demasiado cariño a este negocio», reconoce sin tapujos Mari Carmen Fernández, hija de uno de los dos socios fundadores y actual propietaria del negocio, que en sus mejores tiempos tuvo 42.000 socios. «Creo que somos de los que más hemos tenido, pero ahora la mayoría ya no vienen, la gente ha perdido el hábito; ahora muchos niños ya no saben lo que es un videoclub, eso me da mucha pena», reconoce.

Con una media de veinte o treinta alquileres diarios -las novedades por 1,80 euros y el resto al precio de 1,20- es evidente que los números hace tiempo que no salen, por lo que Mari Carmen ha tenido que buscarse otros trabajos para poder sobrevivir. «Por la mañana tengo dos ocupaciones fuera de aquí, y por la tarde abro el videoclub», comenta. El pirateo y las operadoras de telefonía son, también en su opinión, los causantes de una situación que les ha ido arrinconando. «Ahora ya no tenemos distribuidores para comprar novedades, si yo quiero conseguir una tengo que buscarme la vida», explica, señalando que para amortizar esa compra necesita varios meses, cuando antes solo unos días. «El dinero que entra es muy poco y los impuestos hay que pagarlos, así que no sé qué va a pasar. Yo no quiero cerrar pero si las cosas siguen así no puedo descartar nada», advierte.