París también está en Ourense

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE CIUDAD

11 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El tiempo es muy cabrón. Pasa rápido cuando quieres quedarte un rato más donde estás y despacio cuando estás deseando irte. El tiempo te hace sentir insolentemente pequeño o ya mayor, aunque no viejo, no gastado. El tiempo es relativo, ya lo dice la física. Lo dice la vida.

Siempre tuve curiosidad por viajar en el tiempo (es lo que tiene ser de la generación de Michael J. Fox, o casi). Pero siempre fantaseé más con regresar al pasado que en saltar al futuro. Soy una nostálgica. No lo puedo evitar.

A lo mejor no hay máquinas del tiempo. Pero yo tengo un bar del tiempo. El Beefeater con limón ya no me lo pone la madre de Suso, ni su padre. Pero me sabe igual. Si cruzo el umbral, dejo en la puerta los problemas de adulta. Y vuelvo a ¿qué sé yo?, el 2002. Por redondear. Veinticinco años teníamos entonces, el mundo entero para comérnoslo a bocados, insultantemente jóvenes, intensamente felices o inmensamente desgraciadas, pero vivas. Radiantes. Así estábamos en París, en el París, que no es Francia, es Ourense. Al fondo a la derecha, sentadas en cajas de cerveza o de refrescos, bebiéndonos la vida, que sabía tan bien. Ahora la degustamos más despacio, seguramente. Quizás distingamos mejor los sabores.

A esta máquina del tiempo con forma de bar volvemos ahora, tantos años después, pero ya no buscamos un asiento con forma de caja. Nos quedamos al principio de la barra. Y el Beefeater nos lo pone Suso, que dice que no estamos mayores (la mentira va incluida en el precio de la copa), o un camarero que parece demasiado joven y que seguro que cree que somos demasiado mayores.

Quién me iba a decir que para viajar en el tiempo no tenía que entrar en la cabina de Doctor Who ni subirme a un DeLorean. No habrá happy hour ni falta que le hace pero con una consumición te dan también un billete para viajar en el tiempo. Sin salir de París, sin salir del París.