A juicio por acoso tras una veintena de rupturas y reconciliaciones en tres años

La Voz OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

La Audiencia decide que la causa siga adelante, pese a la oposición de la fiscalía

27 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las continuas desavenencias de una pareja, concretadas en una veintena de rupturas y reconciliaciones en tres años, no son motivo suficiente para descartar una situación de acoso, persecución o coacciones. Lo dice la Audiencia. El caso irá a juicio. La situación de «constantes llamadas, mensajes y merodeos por las proximidades de la vivienda» de una mujer, que denunció a su expareja por ello, no es normal, según la Audiencia de Ourense. Para la fiscalía, como para la defensa del denunciado, no había motivos para ir a juicio, pero la sala ha confirmado la valoración realizada por la titular del Juzgado de Instrucción 3 y el implicado, que cumple de forma estricta la orden de alejamiento dictada en su día, irá al banquillo acusado de los delitos de acoso y coacciones.

Considera la Audiencia que «no se trata de una situación que se pueda encuadrar dentro del ámbito ordinario de una relación de pareja sometida a rupturas y reconciliaciones, sino que se trata de una actuación que excede de la misma, con constantes llamadas, incluso a altas horas de la madrugada, con aproximaciones a la vivienda de la denunciante, en situaciones que indiciariamente pudieran ser consideradas como una situación de acoso o persecución». Estima la sala que debe ser en juicio donde se determine si existe responsabilidad penal, pues la conducta del denunciado ha dado lugar a una genérica sensación de temor y que la mujer se haya visto obligada a modificar sus patrones de vida, incluyendo asistencia psicológica y farmacológica.

Arrepentimiento

A las rupturas se sucedían la reconciliaciones. Las continuas llamadas y mensajes telefónicos del hombre, con muestras de arrepentimiento y voluntad de cambio, convencían una y otra vez a la mujer, que tiene 31 años.

Hasta que el 1 de junio acudió a la policía para denunciar a su ex pareja, funcionario del Concello de Ourense. Desde entonces, con una orden de alejamiento dictada en su momento por la jueza de guardia y reafirmada por la Audiencia, la ruptura se ha consolidado.

Falta fecha para el juicio

Doscientos metros, dice el auto judicial, hasta la resolución firme. Sigue vigente. Falta que se fije fecha para el juicio. Solo ella acusa. Por el momento, sea cual fuere el desenlace, ha conseguido romper y mantener la distancia durante más de siete meses.

Había denunciado la mujer episodios que ve como acoso tras cada ruptura. El incidente determinante ocurrió en verano. Lo vio rondando su casa, algo que era habitual, según decía, incluso de madrugada. Bajó, se plantó ante el coche del denunciado, tomó varias fotos y le pidió que la dejara en paz, advirtiéndole que iba a llamar a la policía. Horas después lo denunció, ignorando la petición de perdón, apelando el hombre a que le podía arruinar la vida.

La orden de alejamiento trata de «evitar que se deriven consecuencias peores, y evitar asimismo el riesgo de reiteración en los actos investigados». La Audiencia, al confirmar la medida, valoró «la inmediación de la que dispuso el instructor, sumamente valiosa en supuestos como el enjuiciado, en el que la contradicción de las versiones de las partes es dilucidable tras una percepción directa y personal de los implicados y testigos», según decía en su primer auto en relación con este procedimiento.

Este asunto se presenta como un caso que en principio parece encajar en la figura del acoso-hostigamiento recientemente definido e incorporado al Código Penal -sin que apenas haya jurisprudencia relacionada con el artículo 172 ter- para responder al fenómeno del stalking, asociado a las redes sociales y a la acción de seguir, acechar o perseguir sigilosamente a alguien.

Una soga colgando con lazo tipo horca y texto «no aguanto más»

El tono de los mensajes que la denunciante recibía en su teléfono era muy diferente, según ha relatado en la denuncia y en la confirmación en el juzgado. De la amenaza al insulto, pasando por lo que considera una presión que buscaba la reconciliación tras las rupturas. Entre los episodios a los que se refirió la víctima de esta presunta situación de hostigamiento, que formalizó su denuncia en la comisaría de policía, hay uno del que ofreció todos los detalles, probablemente por considerarlo elocuente, o al menos llamativo. Narró cómo el denunciado y expareja le había enviado a su teléfono móvil meses atrás la imagen de una soga con un nudo corredizo, sujeta al techo. La clásica estampa de una horca. Incluía el texto frases como «No aguanto más, no voy a seguir sufriendo», por lo que la mujer se dirigió con rapidez al pueblo del denunciado. Temía una decisión fatal. Encontró a su expareja, sin embargo, paseando tranquilamente con su perro.

El ministerio público no halló motivos para formular acusación

El asunto llegará a juicio, por decisión de la Audiencia Provincial, a pesar de que la fiscalía no veía delito. De hecho, el ministerio público pidió el archivo de las actuaciones. El gran número de rupturas llevaba a considerar que la relación era muy singular, sin que se pudiera entender la existencia de esa situación de coacciones que ve la acusación particular. Los forenses apuntaban abiertamente la posibilidad de que hubiera una situación de acoso, pero el ministerio público considera que la conflictividad de pareja podría ser causa de esa sintomatología que el Imelga relaciona con el acoso.

El denunciado justifica su presencia cerca de la casa de la denunciante por tener amigos en la zona y ese es otro motivo que pondera la fiscalía.

Tampoco el ministerio público aprecia situación de acoso en los mensajes y correos electrónicos, en la medida en que la destinataria los contestaba en buena parte de las ocasiones.