Bueno, esa es su versión. Habría que saber qué dice la otra parte. ¿Cuántas veces ha pronunciado esa frase ante el relato de un desencuentro amoroso, un problema familiar, una disputa entre amigos o un fracaso empresarial? La realidad tiene mucha caras y cualquier hecho de los citados, tantas versiones como protagonistas. Pero no solo ocurre entre novios, hermanos, colegas o socios. También pasa entre políticos y el Concello de Ourense es solo un ejemplo de ello. Ahí tienen el pleno extraordinario celebrado esta semana en el que oposición y gobierno dibujaron ciudades que no se parecen nada entre sí. El «colapso» que denuncian unos contrasta con la «impecable gestión» que defienden otros de manera que uno no sabe si está viviendo en Ourense o en realidad se ha mudado, qué sé yo, a Albacete.
Una sensación similar he tenido en las conversaciones que estos últimos días La Voz mantuvo con el alcalde y los portavoces de la oposición y cuya última entrega, en formato entrevista, publicamos hoy mismo. Ya no es que unos lo vean todo blanco, los otros todo negro y los que estamos en medio casi gris. Esto es, más bien, una suerte de daltonismo político que tiene un riesgo: estar tan empeñado en cómo quiere uno ver las cosas que pueda acabar no viendo nada.
La ceremonia de la confusión del Concello no se queda ahí. Todos dicen que hay que hablar, que hay que dialogar, que hay que llegar a acuerdos... pero luego se comunican, si se comunican, por wasaps, por notas y ruedas de prensa, por personas interpuestas... De manera que usar palomas mensajeras sería más efectivo, más ecológico y hasta algo romántico.
Y vuelvo al principio. Alguna vez, después de decir eso de «Habría que escuchar a la otra parte» algún valiente habrá intentando mediar. Deshacer el entuerto. Ponerlos de acuerdo. Ya les digo que no suele salir bien. En todo caso, a los ourensanos no les toca ese papel. Porque ya le hicieron el encargo, a todos los partidos con representación municipal, el 24 de mayo del 2015. Ahí se apañen.