Detienen a dos policías gemelos por el robo de pistolas y la muerte de un agente

La Voz OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

Los hechos investigados ocurrieron en la comisaría de Ourense entre el 2014 y el 2016

20 ene 2018 . Actualizado a las 08:37 h.

El caso del robo de seis pistolas del búnker de la comisaría de policía de Ourense, entre el 2014 y el 2015, al que se vinculó la muerte de un agente en las dependencias policiales en abril del 2016 dio ayer un nuevo giro. Dos funcionarios que pertenecieron hasta hace poco a la comisaría ourensana, los hermanos gemelos Roi y Bernardo D. L., fueron arrestados ayer por la mañana por orden de la titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Ourense.

La magistrada Eva Armesto asumió la investigación judicial de la muerte del agente Celso Blanco, que fue encontrado sin vida en su despacho de la quinta planta de la comisaría el 9 de abril del 2016, con un disparo en la cabeza y con tres de las seis armas desaparecidas. Declaró secretas las diligencias y así permanecían desde hace 21 meses, hasta que ayer trascendió la detención de ambos sospechosos. A uno de los hermanos, Roi, se le detuvo en la Escuela de Policía de Ávila, donde era instructor desde el mes de septiembre, según fuentes consultadas. Su gemelo Bernardo se había jubilado anticipadamente, después de año y medio de baja psicológica.

Al mediodía de ayer, se ordenó un mandamiento de entrada y registro en la casa familiar de ambos en el municipio de Toén. Los policías buscaron durante más de cinco horas en la casa y en un galpón anexo, supuestamente con el objetivo de encontrar las armas que faltan y alguna vinculación que explique las circunstancias de la muerte del agente, investigada judicialmente aunque en el ámbito policial oficial se consideró siempre un claro suicidio.

Compañero en comunicación

Celso Blanco, el policía fallecido, fue compañero durante años de Bernardo D. L. en las funciones de comunicación con la prensa y de participación ciudadana de la comisaría; se autoinculpó antes de su muerte, en correos electrónicos enviados a media docena de compañeros y mandos policiales, del robo de las armas y el envío de los anónimos remitidos a medios de comunicación y a asuntos internos. En estos escritos apócrifos se aludía a supuestas tramas de corrupción en la comisaría, una para ocultar el robo de armas y otra para implicar a policías del grupo de estupefacientes en presuntos tratos ilegales con traficantes de la ciudad de Ourense.

Del escándalo del robo de las armas, conocido en febrero del 2015 a través de anónimos a la prensa, ante lo que el entonces comisario Amable Valcárcel reaccionaba diciendo que se había abierto una investigación interna, se pasó a otro mayor con el desembarco de la unidad de asuntos internos en noviembre. Detuvieron al jefe y a un agente del grupo de drogas e imputaban a otros dos policías, lo que obligó a rehacer este equipo. También detuvieron a supuestos traficantes de la capital en la denominada operación Zamburiña. La investigación y la presencia de agentes de asuntos internos, con el amparo del titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Ourense, se alargó varios meses en la comisaría, en los que la sede policial siguió convulsa. Desde este juzgado se intentó averiguar si la denuncia anónima por la desaparición de las armas estaba vinculada con las sospechas sobre los agentes de drogas. Pero ambos casos derivaron en piezas separadas.

Antonio Cortés

Internamente, en la comisaría, siempre se valoró que la cuestión de los anónimos y del robo de armas había surgido de rencillas o celos profesionales. Los hermanos ayer detenidos ya estaban en el punto de mira de la investigación policial por los envíos de los correos cuando se produjo el fatal desenlace del suicidio de su compañero. Se había descubierto desde qué ordenador se habían enviado y el comisario estaba convencido de que el caso se resolvería en breve. No fue tan rápido y la investigación sobre las circunstancias de la muerte de Blanco abrieron un nuevo frente judicial, que ayer desembocó en las detenciones, sin que trascendieran oficialmente los delitos por los que se investiga a los hermanos, al estar las actuaciones declaradas secretas salvo para juez y fiscal. Pero todo apunta a que se les atribuye la participación en los hechos. En el juzgado se tomó declaración al armero y también está investigado el secretario por la desaparición de armas. Al grupo de drogas no se le detectó enriquecimiento.

Dos agentes encargados de la comunicación y de la formación de otros funcionarios

Los dos detenidos ayer tenían una buena consideración por sus compañeros de comisaría, tanto por su profesionalidad como por su trato, hasta que empezaron a ser señalados como sospechosos del envío de los anónimos; estos escritos se atribuyeron, según fuentes policiales, a supuestas rencillas o celos de los arrestados hacia compañeros del grupo de drogas, al que pertenecía Roi, o con el instructor de tiro y armero, en el caso de su gemelo y, quizás, hacia el fallecido Celso Blanco. Pero antes de esto, todos eran muy apreciados en la sede de As Lagoas y en sus funciones de cara al exterior. Bernardo D. L., además de la oficina de prensa, se ocupaba de la formación y tenía buena fama entre los policías de prácticas con los que actuaba de enlace. Fue la imagen exterior de la comisaría desde el departamento de participación ciudadana, dando charlas en colegios o asociaciones.

Poco antes de la muerte de Blanco y con asuntos internos tomando la comisaría, se había puesto de baja psicológica y desde hacía menos de un año estaba jubilado, aunque no llega a los 50 años. Había perdido el favor del comisario que le quitó las funciones de prensa. Su hermano Roi continuó su carrera pero lejos de la comisaría; era instructor en la academia de policía de Ávila donde su detención ayer causó conmoción pues también era apreciado por sus dotes didácticas con el alumnado.