«Estando de servicio nunca tuvimos una intervención así»

TANIA TABOADa LUGO / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Álvaro Vaquero

16 nov 2017 . Actualizado a las 14:21 h.

Son policías nacionales de Ourense que están destinados en la brigada móvil de Madrid. Están acostumbrados a hacer frente a situaciones complicadas, pero ninguna como la que han vivido hace un mes. Tanto es así que Ismael García (Ginebra, 1985) y Jonathan Yáñez (Castro Caldelas, 1986) dudan de que se repita en su vida una situación tan amarga, compleja y dolorosa como la de aquel fatídico día 16 de octubre. «Llevamos casi diez años de policías e intervenimos diariamente en todo tipo de incidentes, pero nunca vivimos una circunstancia de estas características», explican estos dos policías, que estando fuera de servicio pusieron en práctica todo su empeño y coraje para intervenir en el incendio de Abelenda das Penas, en Carballeda de Avia (Ourense), uno de los más violentos y que se cobró una vida. «Estaba de permiso y por la tarde ya se asomaba el fuego. Llegó un momento en que parecía que se aproximaba un tren envuelto en llamas descarrilando y que se venía encima de todos nosotros», relata Ismael, que estaba en contacto con su amigo y compañero Jonathan, que reside en Ourense capital. «Ismael me decía que la situación se complicaba y que el fuego estaba llegando al pueblo. No lo pensé dos veces. Cogí el coche y con otros dos amigos acudimos a la zona. Como la autovía estaba cortada, tuvimos que ir por la carretera nacional y recorrer unos 45 kilómetros», explica Jonathan, que cuando por fin llegó a la zona se encontró con un panorama desolador.

Según relatan estos dos policías nacionales, la falta de medios hizo que la situación se complicara todavía más en medio de aquel incendio. «Éramos unos 20 vecinos apagando el fuego. Nos vimos en el medio del pueblo sin nada. Se acabó el agua de la traída y con cubos la cogíamos de los pozos y fuentes para intentar apagar el fuego. Íbamos con un paño en la boca porque nos faltaba la respiración, y con los ojos cerrados porque no podíamos abrirlos debido al humo», relata Jonathan, que explica que la situación más desmoralizadora se produjo cuando la mujer de Marcelino alertó de la tragedia. «Marchou por aquela cancela, a caseta está ardendo e Marcelino está queimado», gritó la mujer, unos gritos que minutos después fueron confirmados por otro vecino. A pesar de esta noticia, tenían que seguir luchando porque si no el fuego los quemaría a todos. «Después vinieron los bomberos, pero nosotros seguimos luchando. Siendo conscientes de la situación, el sentido común nos decía que abandonáramos la zona, pero el corazón nos decía que nos quedáramos allí ayudando», concluye Ismael.